top of page
  • Foto del escritorLlanAUGC

EL ESTRO DE LA GUARDIA CIVIL

Actualizado: 29 abr 2021

Por Alberto Llana


Una de las acepciones de 'estro' es la de “inspiración ardiente del poeta o del artista”. Y en ese sentido estimulador, la fundación de la Guardia Civil tuvo un nítido referente en el truncado proyecto de Legión de Salvaguardias Nacionales. Esta idea fue concebida por el padre del fundador de la Benemérita, Pedro Agustín Girón, marqués de las Amarillas y primer duque de Ahumada. Pedro Agustín fue nombrado en 1820 ministro de la Guerra, en el primer Gabinete del denominado 'Trienio Liberal', y puso todos sus esfuerzos en buscar una solución a los graves problemas de seguridad que asolaban España en aquellos momentos. En el empeño contaría con la ayuda, precisamente, de su hijo, al que se le asignó una comisión de servicio como ayudante de campo suyo. La propuesta de Pedro Agustín era clara: creación de un cuerpo de seguridad de ámbito nacional y naturaleza militar con doble dependencia. De la autoridad militar en aspectos organizativos, de inspección y reemplazo y, de otro lado, de la autoridad civil o jefes políticos en lo atinente a la prestación del servicio específico.-


La Legión de Salvaguardias Nacionales estaría al mando de un Inspector General, del empleo de mariscal de campo o teniente general, y su personal estaría sujeto al mismo estatuto que los demás cuerpos o armas del Ejército. La plantilla inicial se fijaba en 5.230 hombres de infantería y caballería, y sus jefes y oficiales serían reclutados entre los del Ejército, desde el empleo de subteniente y con tres años de servicio. Por su parte, las clases de tropa serían seleccionadas entre los licenciados del Ejército. Si acaso no hubiera suficientes aspirantes se podría reclutar personal de tropa que hubiera prestado, por lo menos, cuatro años de servicio en filas. Cabe recordar que en aquellos tiempos el servicio militar duraba ocho años. En cualquier caso todos ellos debían tener una hoja de servicios sin nota desfavorable alguna.-


Dado que su despliegue debería abarcar todo el territorio peninsular, su concepción estaba adaptada a los distritos militares de la época, divididos por regiones, a razón de un hombre por cada dos mil habitantes y tres leguas cuadradas, de conformidad con su extensión, población y otras circunstancias adicionales. Estructurados de manera distinta a la tradicional en el Ejército (regimientos y batallones), los nuevos salvaguardias se encuadrarían territorialmente en cuatro subinspecciones, cada una a cargo de un coronel; y doce comandancias, cuya responsabilidad recaía en tenientes coroneles o comandantes. Cada comandancia se articulaba a su vez en compañías, con la previsión incial de treinta y seis de estas unidades de infantería y dieciséis de caballería. Cabe reseñar que por primera vez aparece la denominación «comandancia» para una unidad territorial, de la que dependían otras unidades menores de entidad «compañía». En 1829 se recuperó el término de «comandancia» con la creación del Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras. Por contra, en la Guardia Civil no se utilizó esa denominación hasta 1861, manteniéndose hasta el día de hoy.-


En el preámbulo del proyecto presentado por Pedro Agustín Girón se significaba lo siguiente: «No será difícil comprender estas ventajas si se considera que la institución que se propone reemplazar a las escuadras en una provincia, a compañías sueltas en otras, a tropas del Ejército, escopeteros y partidas de paisanos en varios distritos, o lo que es lo mismo, a cuerpos incoherentes, algunos de ellos mal constituidos, y todos sin recíproca relación; sin una dependencia misma. Única en la Península, su sistema será general, uniforme su servicio, y en todas las provincias tendrá proporcionalmente la misma organización, la misma fuerza, dependencia y funciones, y sus jefes, oficialidad, y en general todos sus individuos, se dedicarán al desempeño de éstas con el entusiasmo propio de militares escogidos y convenientemente organizados para este objeto, y el Gobierno se aprovechará de su disposición y celo para que correspondan a su objeto (…). Varias e indudables son las ventajas que han de resultar a la nación de la creación de un cuerpo particularmente encargado de la seguridad interior de la Península (…), se obtendrán eficazmente y desde luego el exterminio de los malhechores y la seguridad de los caminos, objeto principal de su instituto, cuyas circunstancias no se han podido lograr jamás a pesar de las medidas del Gobierno y de los esfuerzos y sacrificios de los pueblos. La circulación interior, obstruida en el día hasta un grado difícil de concebir, quedará inmediatamente libre de los inconvenientes que en la actualidad la entorpecen, y de este modo el comercio y tráfico de nuestro país, que debe prosperar rápidamente por efecto del nuevo orden de cosas, encontrarán en este cuerpo una protección bien necesaria para sus operaciones. Su existencia y la exactitud de su servicio harán muy pronto ilusorio el aliciente que pueda ofrecer a los malvados la profesión de salteadores».-


Finalmente el proyecto se presentó a las Cortes por el Ministro de la Guerra el 30 de julio de 1820, pero, a pesar de que existía suficiente conciencia en aquel momento sobre el grave problema de inseguridad que se vivía en España, los diputados mostraron mayoritariamente su rechazo. Se culpaba más del problema de falta de seguridad a la inacción de la justicia desde 1814 (en que finalizó la Guerra de la Independencia) y a la ineficacia de las comisiones militares que a la inexistencia de una fuerza efectiva destinada a la lucha contra la delincuencia. Incluso hubo diputados que negaron la realidad, acusando a los enemigos de la Constitución de exagerar la situación a propósito tachando la propuesta de «medida atentadora (sic) a la libertad» y también porque su aprobación significaría un nuevo desmantelamiento de la Milicia Nacional, lo que años después terminaría por ocurrir, justo antes de la fundación de la Benemérita.-


Muchas de las ideas del proyecto de Pedro Agustín se demostraron posteriormente eficaces, como evidencia el hecho de que en 1823 se crease el cuerpo de Celadores Reales, en 1829 el Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras y en 1833 los Salvaguardias Reales, pese a la corta existencia de Celadores y Salvaguardias, no así los Carabineros que terminarían siendo absorbidos por la Guardia Civil en 1940. Algunas de esas soluciones que contemplaba el repetido proyecto serían recuperadas por Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II duque de Ahumada, tras el encargo de remodelar el primer Decreto fundacional de la Guardia Civil datado el 28 de marzo de 1844, elaborando el segundo y definitivo Decreto fechado el 13 de mayo siguiente, casi dos años después del fallecimiento de su padre.-



208 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page