Escrito por LlanAUGC 11-10-2017
Por Alberto Llana
El 10 de octubre era el día que tanto había esperado Carles Puigdemont y uno de los que más odiará de su vida, seguramente, porque su hoja de ruta se ha visto alterada con un borrón de consecuencias imprevisibles en estos momentos. Un 10 de octubre en el que se celebró, como cada año, el día de la salud mental. Quizás haya tenido algo que ver en la decisión final del 'sí pero no' que a nadie ha contentado. Es posible que haya dejado que un poco de cordura encuentre sitio en su materia gris antes de arrojarse al abismo de una declaración unilateral de independencia con desastrosas consecuencias para todo el país y sobre todo para Cataluña.-
Supongo que habrá que agradecer, al menos de momento, que no haya considerado dejarse influenciar por las otras conmemoraciones del 10 de octubre ya que tal día de 1946 Albania recuperó su independencia, aunque dudo mucho que el Carles o sus acólitos recordaran la efeméride. Aparte de la nota cultural y como he dicho, el contenido del discurso ofrecido por el President ha dejado perplejo a todo el mundo. Primero a él mismo, que deseaba como agua de mayo pasar a la historia como el hacedor de la república catalana; a sus socios de gobierno divididos entre seguir adelante pasara lo que pasara y un parón en el procés con convocatoria electoral incluida que reforzara sus posiciones; también a quienes desde fuera del Govern apoyaban el envite desde sus posturas radicales y se han quedado descompuestos sin saber bien qué hacer ahora (perseverar en el apoyo/presión a Puigdemont o bien clavarle un puñal por la espalda); a muchas personas concentradas en distintos puntos de Cataluña, deseosas de comenzar a quemar todo lo que signifique España y cuyos rostros, tras los escasos diez segundos que duró la ilusoria república, configurarán en el futuro una estampa más poderosa que las imágenes convenientemente manipuladas del 1-O; y por supuesto a todos aquellos que esperaban una rectificación en toda regla del rosario de ilegalidades en las que se ha instalado el gobierno autonómico en aras a romper la integridad territorial española, por simple apetencia.-
Si bien la postura adoptada finalmente por Puigdemont ha supuesto un alivio pasajero a la creciente tensión que amenazaba con una explosión de violencia, no podemos llamarnos a engaño. Creo que el Carles ha optado por una solución tan pragmática como provisional. De haberse lanzado al vacío, con argumentos tan pobres como los que expuso en su disertación, las inevitables consecuencias irían a para al saco de su responsabilidad y pocas excusas podría poner a ello por muy rechazables que fueran las mismas. Y si algo no le apetece a este individuo es quedar como el villano de la película independentista. La provisionalidad de su postura resulta evidente y el devenir posterior dependerá de múltiples factores. El principal, convencer a sus socios de gobierno y a los radicales de que sigan confiando en él, que tiene un plan a medio plazo que consistirá en recabar apoyo internacional y forzar al estado español a sentarse a dialogar de igual a igual, lo cual sería un error estratégico del gobierno de España, por cierto. Caso de ser rechazado ese diálogo, volverían a airear el discurso victimista ante el mundo, cosechando simpatías perdidas durante los últimos días, tras su aparente victoria el día del referéndum, que sirvió ya no solo como excusa para ¿demostrar? las ansias separatistas de pueblo catalán, además para poder ofrecer una imagen distorsionada del sufrimiento de ese pueblo frente a los intransigentes españoles y que durante un par de días muchos llegaron a creer, hasta que comenzó a aflorar la cruda realidad, la manipulación de los datos de los damnificados, la repudiable actitud de la policía catalana, las falsas imágenes de heridos y las verdaderas imágenes de cómo se votó en muchos casos.-
Si acaso esa declaración-suspensión de independencia es considerada por el gobierno español como lo que algunos juristas han indicado inmediatamente y que no ni más ni menos que una declaración en toda regla, sin medias tintas, y como consecuencia aplica alguna medida del tipo artículo 155 de la Constitución, Puigdemont y compañía pondrán el grito en el cielo, acusando de una reacción desmedida ante algo que, según su argumentario, no tiene eficacia legal alguna. Por ello creo que, bien mirado, estamos ante otra trampa urdida meticulosamente por el President en busca de legitimar en lo posible una clamorosa ilegalidad. Lo que ocurre es que este aparente paso atrás, ideado a mi entender de forma precipitada debido a los acontecimientos de los últimos días (la manifestación del 8-O, la huida de empresas catalanas, las dudas de sus socios de gobierno y alguno de sus mentores, la presión internacional, etc.), no devendrá en paso adelante de no convencer a todos los actores que hasta ahora ha empujado con brío la deriva separatista. Es de esperar que con más calma intente convencerlos que esta jugada de tipo 'un pasito p'alante María, un pasito p'atrás' al estilo Ricky Martin es la más conveniente para sus intereses. Si no lo consigue, su futuro pinta peor que su peinado.-
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