Escrito por LlanAUGC 08-10-2017
Por Alberto Llana
Resulta lógico que cuando un despliegue policial como el que se está llevando a cabo estos días en Cataluña, máxime si es tan precipitado y ausente de planificación como este, existan cabos sueltos, imponderables con los que no habías contado o planes que se frustran en el último momento por variadas razones difíciles de aventurar. No obstante, el margen de comprensión no puede ser total ya que, en ocasiones, más que por azar, las condiciones adversas devienen por la incompetencia o la pereza del responsable de turno, quizás no acostumbrado a 'dar el callo' cuando se precisa o por pensar que su estatus profesional, sus galones, forman una coraza que le protege de las críticas hacia su desidia.-
Un medio de comunicación destacaba hace unas horas los improperios pronunciados por un responsable de la Guardia Civil, indignado por ciertas informaciones que arrojaban luz sobre las condiciones de vida de muchos guardiaciviles participantes en el citado despliegue. Según su razonamiento, los filtradores de información eran unas ratas traidoras y él se iba a encargar personalmente, como reto, de decretar el día de la caza de la rata. Y yo desde estas líneas le digo que, cuando decrete tal día, lo primero que tiene que hacer es prenderse a sí mismo, acaso le quede algo de dignidad o sentido común.-
Primero dejaré constancia de un hecho claro. Por las informaciones que me llegan, y no son pocas, la actitud de este responsable benemérito no es extrapolable a casi ningún otro. Dadas las circunstancias especiales, el talante de prácticamente todos los involucrados está a la altura deseada, como cabía esperar. Pero aunque sea residual, no debemos dejar de denunciar la conducta de este señor que por desgracia viste el honrado uniforme de la Guardia Civil. Son precisamente esta clase de gestos los que deberían desaparecer de una vez de una institución que ha demostrado con creces estar a la altura de lo que se espera de ella sin necesidad de amenazas, aspavientos o insultos. Frente a los que piensan que la única forma de hacer cumplir las obligaciones de sus subordinados es con un buen palo y una escuálida zanahoria, la demostración palpable realizada in situ por los profesionales del Cuerpo los deja sin argumentos. No necesitan tiranuelos de tres al cuarto, matones con galones que con voz aguardentosa amenazan con la aplicación de ese código penal militar que tanto juego les ha dado a lo largo de más de siglo y medio. Cuando la situación lo requiere, se está a la altura y mucho más si es necesario, pero por vocación, por convicción, no porque hagan maldita falta las amenazas ni las coacciones. Mejor les iría si aprendieran algo del ejemplo diario que reciben de esos subordinados a los que faltan al respeto, sabedores de que el sistema impuesto les protege e, incluso, alienta en tales desbarros.-
Las lamentables condiciones de vida que afectan a muchos compañeros destacados en Cataluña y denunciadas por la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), pueden llegar a tener un pase cuando son motivadas por la prisa de verse desalojados de un hotel por las presiones de los separatistas y debe encontrarse un techo que te cobije a todo correr, pero cuando ya han pasado varios días y no se ha hallado otra solución con un mínimo de dignidad hacia aquellos que se están jugando todo o casi todo a diario en las calles, haciendo frente a una situación incendiaria que nadie sabe a ciencia cierta cómo terminará, lo menos que se puede esperar y, por qué no, exigir, son unas condiciones de vida adecuadas. Las imágenes publicadas, que se corresponden con la realidad, y que unas horas antes de escribir esto aún persistían, no son de recibo y cualquier responsable del Cuerpo debería sentirse avergonzado por exigir a sus compañeros que las acepten y además en silencio por que no es deseable (para ellos) que la sociedad sea consciente de lo que ocurre intramuros con sus admirados guardias civiles. Si al menos el 'rata traidor' que escupe blasfemias y maldiciones hubiera pasado un solo día en esas instalaciones que tan dignas le parecen, podría tener un poco de fuerza moral ante sus colegas para solicitar que aguanten un poco más hasta encontrar una adecuada solución al caso.-
Pero no, haciendo gala de su exquisita educación académica, prefiere plantarse ante los que considera sus 'inferiores' y ponerse chulo, faltón e hipócrita, tal está escrito en su ADN, en la creencia de que, ante personas que están acostumbradas a lidiar con lo más granado de la delincuencia patria, sus bravatas van a tener favorable acogida y las críticas a una situación claramente injusta se van a apagar. Pues va listo el caballerete. Comience a ponerse las pilas, a cumplir con sus obligaciones y déjese de gilipolleces que le retratan como lo que es y que, casualmente, es lo mismo de lo que acusa a los demás.-
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