Por Alberto Llana
NOTA: Ahora que vuelve a retomar actualidad la 'pandemia' de los suicidios en la Guardia Civil por mor de unos desnortados que ya no saben qué hacer para llamar la atención y parecen haber descubierto un grave problema que llevamos combatiendo un cuatro de siglo, retomo este comentario que publiqué en mi muro de Facebook el 31 de agosto de 2016 pero no había trasladado a este nuevo blog.
La Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) lleva décadas denunciando el altísimo porcentaje de suicidios y conductas suicidas en la Guardia Civil. Un estudio propio refleja una media de un suicidio cada 26 días y no parece precisamente que la tendencia sea a mejorar, más bien lo contrario. La Dirección General se escuda en la redacción de protocolos y mucha palabrería evasiva para intentar esconder su verdadera incapacidad para atajar el problema o, acaso, su falta de voluntad al respecto. En ese sentido, es sobradamente conocida la querencia de que en un Cuerpo de naturaleza militar, quienes no puedan soportar las duras exigencias, son libres de irse porque, al fin y al cabo, ya sabían dónde se metían. Tal es el pasotismo oficial sobre este grave problema que podemos realizar un somero repaso histórico y preguntarnos, sobre todo los habituados a las interioridades beneméritas, qué resultados palpables se han conseguido tras más de dos décadas de conocer la triste estadística. Los datos de los que dispongo se remontan al año de inicio de nuestras actividades (1994) y cabe decir que en ese periodo el Servicio de Psicología de la Guardia Civil elaboró unas instrucciones sobre prevención de conductas suicidas que, por orden del Subdirector General de Personal, deberían observarse del siguiente modo:
“Desgraciadamente se vienen dando con una frecuencia preocupante suicidios entre el personal del Cuerpo. Para evitar en la medida de lo posible que estas conductas sigan ocurriendo, cada uno de los miembros del Cuerpo que ejercemos mando o tenemos responsabilidad sobre otros, debemos plantearnos la responsabilidad moral de atender y auxiliar a aquellos subordinados que por motivos diversos puedan suponer un grupo de riesgo de conducta suicida. De hecho, el artículo 35 de las Reales Ordenanzas, establece que todo Militar mantendrá con sus subordinados un contacto personal que le permita conocer y atender sus inquietudes y necesidades. Por ello, en el supuesto de que se tengan subordinados dentro de este grupo de riesgo deberán observarse minuciosamente las instrucciones elaboradas por el Servicio de Psicología, que se adjunta, a fin de intentar evitar que tales hechos puedan suceder. Si aun así, alguna conducta de este tipo ocurriese, quedaríamos con la tranquilidad de que humanamente se habría hecho todo lo posible y nadie podría pensar que tales hechos se habrían producido por quedar desasistido de sus compañeros y mandos. Como es lógico, el incumplimiento de estas instrucciones no tendrá más sanción que el reproche que a cada uno le pueda hacer su propia conciencia, máxime cuando una de las virtudes que debe adornar al Guardia Civil es el compañerismo, motivo por el cual debemos implicarnos abiertamente para tratar de ayudar a los miembros del cuerpo que se encuentren en situaciones o momentos difíciles”.-
Típica jerga y caradura militar, menosprecio por la vida ajena en general y por los subordinados en particular, y otras lindezas de tal índole que me ahorro porque seguro que ya las están pensando ustedes. Esta era la forma de prevenir que se les ocurría en aquellos tiempos. Ahora las cosas han cambiado y se abstienen de ser tan descarados de puertas afuera, aunque como ya he dicho antes, el problema continúa igual o peor, visto lo que está ocurriendo en el último año y medio.-
Me consta que, por lo general, los profesionales de la psicología y psiquiatría que prestan sus servicios en la Guardia Civil están bastante molestos con la situación ya que, frente a su intención de intentar cambiar ciertos usos y costumbres poco entendibles, tanto en un Estado de Derecho como en un Cuerpo que, pese a su carácter militar, realiza funciones policiales casi en exclusiva, se encuentran con quienes defienden la tradición como garantía de un correcto funcionamiento o, al menos, lo que ellos entienden como correcto. Y a tal fin se valen de la posible picaresca que puede llegar a concernir a las cuestiones mentales de cada cual. Cuando alguien menta esa ‘bicha’ yo siempre pongo el mismo ejemplo. Cuando comenzamos nuestra actividad, el número de suicidios se situaba en una media de casi uno por semana. Al año siguiente, el porcentaje de bajas psicológicas aumento diez veces respecto al ejercicio anterior, pero la pérdida de vidas humanas descendió hasta prácticamente uno al mes. Sigue siendo atroz, pero lo que está claro es que las medidas preventivas, esas que dejan al libre albedrío de la conciencia de cada responsable, surten efecto y, a buen seguro, si su implicación fuera mayor, los resultados mejorarían. Pero en esta empresa, la implicación hacia los problemas de los subordinados guarda relación directa con el respeto que les merecen ‘los inferiores’, pese a lo que digan esas reales ordenanzas de doble cara. Una como arma arrojadiza hacia los subordinados y la otra como papel higiénico de uso personal.-
Comments