Escrito por LlanAUGC 17-10-2018
Por Alberto Llana
Estamos acostumbrados, por desgracia, a que cada vez que acontece el fallecimiento de un compañero de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, aparezcan en las redes sociales mensajes congratulándose del hecho, emitidos por miserables cuya bajeza moral les impide siquiera apercibirse de su propia mezquindad. Dejando a un lado las implicaciones legales de este tipo de pronunciamientos públicos, cuestión que debe ser delimitada por los tribunales de justicia, previa denuncia de los mismos, no estaría de más que rindieran visita a algún profesional especializado en su patología para intentar ponerle remedio. No obstante lo anterior, conviviendo en el mismo hábitat de ruindad, existe una variante quizás más preocupante de miserables morales y que se circunscribe a determinados componentes de los propios Cuerpos de Seguridad, que aprovechan el luctuoso suceso para reivindicar 'lo suyo' . Esta variedad ha salido de sus escondrijos tras el asesinato de un compañero en Granada, el pasado lunes día 15 de octubre.-
Uno de esos cicateros, en cuyo perfil no figura siquiera un mensaje de condolencia por lo ocurrido, sí tuvo tiempo y ganas de contestar a otro mensaje enviado por una organización de guardiaciviles, en el que expresaba su convicción de que si no se hubiera firmado el Acuerdo de equiparación salarial, a la viuda y huérfanos que por desdicha deja atrás este compañero les quedaría una mejor pensión. No se cómo se les quedará el ánimo a ustedes pero a mí me apena y enfurece que existan personas de esta calaña que puedan vestir el uniforme de la Guardia Civil o de la Policía Nacional. Porque, además de la ausencia total de empatía de esta persona para con el compañero cruelmente abatido, su familia, sus amigos y todos los que le apreciaban, está la gran mendacidad con la que recubre su oprobio, una falsedad que solamente puede llegar a tener cobijo en una mente como la suya, con más sombras que luces.-
Pero no fue la única persona que demostró al mundo esa miseria moral de la que hablo, alguna otra hizo gala de lo mismo atreviéndose a analizar lo ocurrido y extrayendo conclusiones infames acerca de lo que hubieran hecho o dejado de hacer en ese trance, de si la compañera de pareja del guardiacivil asesinado actuó correctamente o no, en fin, realizando esa tarea de jueces y jurados que tanto odiamos cuando los demás nos la aplican a nosotros. Y se perfectamente de lo que hablo ya que lo he vivido en primera persona y, gracias a Dios, puedo contarlo. Siempre hay algún bocazas que, acodado por lo general en la barra de un bar, alardea ante propios y extraños de lo que hubieran hecho, caso de encontrarse en igual tesitura. Luego, si desafortunadamente ocurre, lo más seguro es que la realidad sea contraria a la ficción que plantean entre cerveza y cerveza.-
Pero la cosa no termina aquí, porque el abanico de miserables es más extenso de lo que cabría pensar. No faltaron a la cita algunos que plantearon abiertamente su postura acerca de que el sacrificio del compañero era una muestra palpable de que los componentes de la Benemérita eran merecedores de la anisada equiparación salarial que llevamos treinta años esperando. Así, por las bravas. Las cuestiones pecuniarias deben dejarse aparcadas hasta el momento oportuno, por un mínimo respeto hacia el camarada al que acaban de arrebatar la vida. Un mínimo respeto que tampoco fue mostrado por los máximos responsables del Cuerpo, que no tuvieron la ocurrencia de bajar la bandera de España, sita en la Dirección General, hasta la posición de 'media asta', forma de expresar duelo y luto. Quizás no lo sintieran así. Quizás quien honró el uniforme hasta sus últimas consecuencias no tenía los galones necesarios para tomarse la molestia...
En fin, muestras variadas de miseria moral que deben ser destacadas para intentar que, al menos, la próxima vez no las expresen públicamente, porque mucho me temo que serán incapaces de cambiar su forma de ver el mundo. Sin embargo, las demostraciones de sincero dolor y condolencia por el trágico acontecimiento han sido tan abrumadoramente mayoritarias que empequeñecen la indigencia ética de estos despreciables sujetos.-
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