Por Alberto Llana Publicado el 01 de octubre de 2016
Con motivo del estreno de una película, ha vuelto a cobrar protagonismo el que otrora fuera el primer civil a cargo de la Guardia Civil. Ya sabemos cómo acabó la historia de este sujeto que, mientras cometía delitos de malversación, cohecho, fraude fiscal y estafa, todavía le quedaba tiempo suficiente para perseguir a los 'sindicalistas' del Cuerpo mediante la 'Operación Columna', pese a que el partido político que le puso al frente de la Benemérita se hubiera comprometido a desmilitarizarla... antes de llegar al poder, por supuesto. Después de ello 'descubrieron' a la Guardia Civil y las tornas cambiaron mucho, tanto como lo del ingreso en la OTAN ¿recuerdan?.-
Con ese protagonismo renovado, a su pesar, se renuevan también las opiniones sobre un personaje que teníamos bastante relegado en nuestra memoria, afortunadamente, ya que su simple mención hace aflorar los episodios más oscuros de la reciente historia del Cuerpo, con persecuciones, expulsiones, encarcelamientos, expedientes disciplinarios y todo tipo de acosos hacia aquellos que pretendían que la democracia encontrara el acomodo propio de un Estado de Derecho bajo el charol de los tricornios, además del rocambolesco espectáculo de su huida, las mentiras sobre su detención y posterior llegada a España y la antedicha variedad de delitos por los que fue condenado y encarcelado.-
Y, como no, en ese amasijo opinador siempre encuentras alguna persona que trata de transmitir una imagen amable del delincuente, con argumentos tan retorcidos como que fue un chivo expiatorio de corruptelas de mayor enjundia, que lo engañaron miserablemente para apropiarse del dinero obtenido ilegalmente, que vive actualmente en situación cercana a la miseria, o que sus convecinos le consideran un buen tipo.-
Comprendo que el tiempo mitiga los recuerdos, sobre todo si son malos, y que quizás lo que el estafador le hizo a la Guardia Civil sea considerado como un episodio menor en un mar de corrupción generalizada, que anegaba al propio gobierno que le puso al cargo de la Benemérita y que ha marcado el devenir político de nuestro país hasta nuestros días. Pero si la Guardia Civil es la institución más valorada por los españoles, no debería ser tan fácil aplicar atenuantes a lo que hizo este desgraciado. Y da igual si realmente le birlaron todo lo que él birló porque el hecho es que lo hizo y todavía no ha aparecido. Reflexionen un poco sobre esta frase pronunciada por el propio protagonista en una reciente entrevista periodística: “Subía mi ayudante a principios de mes, cuando Vera mandaba el dinero, y me decía, director, le dejo aquí el sobre. Y venían los sobres para los generales con el nombre de cada uno, para repartir. ¡¿Qué encubrimiento es ese?!”. Resulta abrumadora la normalidad con la que se lo llevaban tieso y nos ofrece una imagen perfecta de cómo estaba establecida y asentada la corrupción en la cúpula del Cuerpo. No me quiero ni imaginar cómo funcionaba en otros estamentos gubernamentales.-
Pero me gustaría rememorar un episodio relacionado con su persecución a aquellos 'sindicalistas' de la Guardia Civil que solicitaban, ni más ni menos, que el cumplimiento de la promesa electoral de su partido en 1982, como he mencionado, la desmilitarización del Cuerpo. En ocasiones, cuando querían arremeter contra alguno de estos molestos pepitos grillo, los ingresaban en un centro psiquiátrico para dar la impresión de que no estaban muy bien de la cabeza. Yo mismo, tras un accidente en acto de servicio en el que sufrí el típico latigazo cervical y la consecuente baja médica por cuestiones traumatológicas, me citaron para revisión en el ya inexistente hospital militar de Valladolid. Cuando llegué me informaron que debía ingresar en el ala de psiquiatría, con gran sorpresa por mi parte. Alegaron que esas eran las órdenes que habían recibido al respecto. Aquello quedó en mera anécdota porque el psiquiatra que me tocó en suerte argumentó que estaba hasta el gorro de situaciones como esa y que me podía ir con viento fresco. Pues bien, algunos recordarán lo que hizo Luis Roldán cuando el juez le pidió el pasaporte a fin de tratar de evitar que se fugara al extranjero. Resulta que en el juzgado se presentó su abogado con el pasaporte, alegando que su cliente no podía ir porque estaba afectado por una enfermedad psicológica. Supongo que a su Señoría ni se le pasó por la cabeza ingresarlo en el ala psiquiátrica de un hospital militar. Si hubiera tenido un atisbo de la mala leche del Roldán, a buen seguro lo habría hecho.-
La misma entrevista de la cual he resaltado una afirmación del malversador, se culmina con una petición de éste a Francisco Paesa: “Y la última cosa que le diría es que, como se quedó con el dinero, que lo ingrese en la Hacienda pública en mi nombre”. A lo que yo debo contestar del siguiente modo: la película recién estrenada se titula “El hombre de las mil caras” en referencia a Paesa. Si por un casual el protagonista fuera Roldán, debería titularse “El hombre de las mil jetas”, porque el tipo va sobrado...
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