Por Alberto Llana
María Gámez, para quien no lo sepa, Directora General de la Guardia Civil, ha rubricado la decepción que se atisbó en los primeros momentos tras su nombramiento y que ha ido acrecentando en los escasos meses que lleva en el cargo. Y no por estar acostumbrados a máximos responsables del Cuerpo que se han revelado como fiasco el chasco es menor. El señor Marlaska, desde su llegada al ministerio del Interior, ha marcado dos hitos en la historia Benemérita: colocar en el despacho principal de Guzmán el Bueno a un hijo del Cuerpo y a la primera mujer que dirige la Guardia Civil desde su creación. Pero lo que tuvieron de precursoras esas designaciones también lo han tenido de burla. En el caso de Félix Azón por mera incompetencia personal, que es la única explicación plausible a su temprana defenestración por el propio Marlaska, algo de agradecer por otra parte. En cuanto a María Gámez, ignoro si está siguiendo fielmente los mandatos del ministro pero me inclino a pensar que así es, toda vez que debe tener muy presente lo acontecido con su antecesor. Pero ello no le resta un ápice de responsabilidad en su gestión, sea buena, mala o intrascendente. En el mismo momento que asume como propios dictados ajenos, por ellos debe responder. Si no le gusta el axioma siempre puede volverse por donde ha venido.-
Resulta frecuente ver a personas que llegan a la dirección general cargados de buenas intenciones y con discursos grandilocuentes en donde dejan claro que van a ejercer el cargo con espíritu innovador, tratando de engrasar la obsolescencia que oxida las articulaciones de la Guardia Civil. Y uso el término obsolescente no solamente en el sentido de anticuado, también en el de inadecuado porque no todo lo antiguo resulta de tal guisa. Pues a lo que iba, que indefectiblemente todas las expectativas generadas se diluyen cuando deben enfrentarse día a día con una institución que se rige por unas reglas propias y desconocidas para ellos. Quizás en los primeros momentos se pongan el mono de trabajo y empuñen las herramientas precisas para afinar las bielas del motor benemérito, pero pronto les queda claro que si aprietan las tuercas, la gasolina dejará de fluir, y sin combustible no hay máquina que funcione. Al final terminan claudicando y, si acaso, se largan con viento fresco dejando alguna mejora que otra de la que se sienten orgullosos aunque la realidad es que a los sufridos guardiaciviles les llega con tres décadas de retraso, como poco, respecto a otros sufridos funcionarios de esta nuestra Administración.-
María Gámez cumple esa tradición, al menos hasta el momento, y tras su deslumbrante puesta de largo en el patio de armas del acuartelamiento de la Dirección General, desapareció como por arte de magia. De eso saben mucho los prestidigitadores con fajín, capaces de convertir un as de oros en un dos de bastos con un simple movimiento de muñeca. Claro, luego llegó la pandemia, el Estado de Alarma y todo lo que conocemos bien. Y una situación gravísima se convierte en excusa para la inacción cuando debería haberse usado precisamente para lo contrario, como motivación de cara a adoptar decisiones valientes en favor del personal que se juega la vida a pie de calle y les saca las castañas del fuego a los escaqueados que se ponen medallas, muchas veces pensionadas, a base de mostrar las estadísticas que han engordado otros grano a grano. Pues nada, esta buena señora o se pilló una excedencia y nadie se enteró o estuvo en cuarentena los dos meses y medio del Estado de Alarma porque no hay muchas más posibilidades que expliquen su ausencia de la primera línea.-
En su discurso de aceptación del cargo, la Gámez anunció “una nueva etapa” en la Guardia Civil, la cual no se vislumbra ni por asomo. Acaso ser la primera mujer de la lista de 72 personas que han arrostrado esa responsabilidad signifique para ella una nueva etapa pero ese detalle, desde un punto de vista operativo, resulta intrascendente para la cuasi totalidad de miembros del Cuerpo que esperan ansiosos una gestión eficaz y una rápida respuesta a los problemas diarios a los que deben hacer frente. Por ello resulta descorazonador comprobar que el diálogo y respeto que igualmente prometió en aquella alocución se han quedado en mera declaración de intenciones. Y no hay nada mejor para comprobar lo dicho que observar cómo se va a repartir el denominado “tercer tramo” monetario del trío que consta en el Acuerdo de Equiparación suscrito en marzo de 2018. Del montante destinado a la Benemérita, su distribución no se acometerá de forma equitativa como ocurriera en los dos anteriores. En esta ocasión y con el visto bueno de María “la desencantos”, la 'división' (lo remarco porque eso es lo que genera en realidad) se realizará de forma vergonzosa, de tal modo que entre los Empleos de Comandante a Teniente General experimentarán una subida salarial mensual de 156,64€, mientras que el Empleo de Guardia Civil tan solo verá aumentada su nómina en 104,41€. En otras palabras, una diferencia del 50% entre unos y otros. Pero no termina aquí la cosa porque si se observan con detenimiento las cantidades destinadas a los distintos Empleos de la Guardia Civil comprobamos como las diferencias entre los mismos van descendiendo en tramos de cinco a seis euros hasta llegar a los Cabos. Entre estos (125,31€) y los Guardias Civiles la diferencia es superior a veinte euros. Toda una declaración de intenciones tolerada y respaldada por la desilusionante María Gámez. Así consta en la Resolución del pasado 02 de octubre de la Comisión Ejecutiva de la Comisión Interministerial de Retribuciones (CECIR): “La aplicación del Acuerdo se efectúa de conformidad con la propuesta formulada por la Secretaría de Estado de Seguridad y refrendada por las Direcciones Generales de Policía y Guardia Civil”.-
Pero las sorpresas no terminan aquí ya que si cotejamos cómo se repartirá el dinero que le corresponde a la Policía Nacional vemos que, salvo los Subinspectores y los Técnicos con un aumento bruto de 114,17€ mensuales, el resto de Escalas o Categorías percibirá una cuantía de 109,78€. ¿No es para sentirse decepcionado, cuando no insultado? Pero bueno, supongo que no se puede esperar mucho más del tándem Marlaska-Gámez, una simbiosis tan perfecta que en el ya aludido discurso de toma de posesión de la actual Directora General suscribieron la misma frase: “No es lo más importante ser la primera, quizás lo más importante es no ser la única o la última”. Y digo yo que, siendo la primera mujer en dirigir la Benemérita, si es la última será la única... y viceversa. Si es que ni así les salen las cuentas, coño.-
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