Por Alberto Llana Publicado el 23 de agosto de 2017
Decía en mi último comentario, acerca de los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils, que habría tiempo para analizar con tranquilidad lo acontecido y extraer conclusiones. Y hay muchas y diferentes conclusiones que sacar, en distintas direcciones. La primera es que, por mucho que se empeñen unos y otros por dar por zanjado y desarticulado el comando responsable (presunto) de la barbarie, quedan flecos pendientes. Cuando esto escribo resta por conocer la identidad de al menos uno de los cuerpos hallados tras la explosión de la casa de Alcanar. Según algunas informaciones se hallaron restos de dos personas, sin embargo otras fuentes afirman que fueron tres. Lo único cierto -oficialmente- a esta hora es que parece ser que el imán de Ripoll era uno de los fallecidos. Con ello quiero recordar que quedan puntos por aclarar, y lanzarse a dar por desbaratada la célula terrorista puede llegar a ser un fallo monumental, como el cometido por el mayor de los Mossos al afirmar pocas horas antes de los sucesos de Cambrils que no se esperaba otro atentado. Zoido hizo lo mismo y posteriormente, tras ser abatido Younes Abouyaaqoub, un medio independentista trataba de sacarle los colores al responsable ministerial afirmando que ahora sí que estaba finiquitado el asunto. Como sabemos, en este país no sufrimos carencia de estúpidos.-
En cuanto al alarde realizado por el Govern, y su máximo responsable Puigdemont, acerca de la gran gestión realizada tras la masacre de Las Ramblas, resulta llamativo el hecho de que lo que separa el más desolador fracaso de la sensación de haber ejecutado un buen servicio sea, ni más ni menos, haber abatido a cuatro terroristas suicidas en Cambrils. Y ya sé que fueron cinco los terroristas muertos allí, pero lo cierto es que la neutralización de esos primeros cuatro por parte de un/una agente de la policía autónoma ha marcado el devenir de los acontecimientos, inclinando la balanza hacia el lado positivo. De principio está el tema de la identidad de la persona que con su meritoria acción salvó muchas vidas de transeúntes que en aquellos momentos llenaban el paseo marítimo de Cambrils, y que personalmente me da lo mismo ya que prefiero que no se sepa nunca para preservar la seguridad de tal persona. De segundas está lo trascendente, ya mentado, las vidas que se salvaron con su profesionalidad.-
No cabe ninguna duda que esa acción, por encima del quinto terrorista abatido o la localización y muerte del presumible autor material de los asesinatos en Barcelona, ha permitido sacar pecho de palomo a los responsables policiales y gubernamentales de Cataluña, quedando en un segundo plano otras cuestiones que hacen dudar de la labor preventiva que en un estado de alerta 4 antiterrorista debería haber conllevado la desarticulación de la célula tiempo antes de que se produjera la barbarie de Las Ramblas. Por qué un individuo con los antecedentes de Abdelbaki es Satty -con una orden de expulsión de nuestro país incluso- llegó a ser imán de una mezquita; por qué los Mossos no se dieron cuenta de las consecuencias de la explosión en la vivienda de Alcanar; por qué no había bolardos en la zona de Las Ramblas como se había aconsejado desde el Ministerio del Interior tras el atentado en Berlín -diciembre de 2016-; la evidente descoordinación entre la policía autonómica y la Guardia Civil tras el atentado de Barcelona y cuya máxima expresión se pudo ver en Ripoll, cuando efectivos de ambos cuerpos se trasladaron allí cada uno por su cuenta a registrar varias viviendas sospechosas; por qué durante años se negó a los Mossos el acceso al Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO); y muchas más preguntas que todavía no tienen una respuesta razonable nos retrotraen a los atentados del 11-M.-
En varias entrevista que me realizaron tras aquella masacre, afirmé sin género de dudas que podía haberse evitado, dada la cantidad de indicios que obraban en manos de los distintos cuerpos policiales y del Centro Nacional de Inteligencia, pero en ningún momento, por evidente descoordinación, se pudieron juntar las distintas piezas del puzle para llegar a la conclusión de que se estaba gestando un gran atentado. En este caso, aunque de forma no tan evidente como entonces, creo que se podría haber hecho algo más de lo que se hizo -en esencia verlas venir- de haber funcionado el sistema de manera correcta. No ha sido así y el exiguo consuelo que encontramos viene dado en su mayor parte por la heroica acción de esa persona que abatió a cuatro de los cinco terroristas de Cambrils. Por que al margen de la utilización política que se está haciendo de ello, ajena a la voluntad de su protagonista, no cabe por menos que estarle eternamente agradecido.-
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