Por Alberto Llana Publicado el 21 de julio de 2016
El Tribunal Supremo ha emitido recientemente una sentencia con la que se pronuncia por vez primera sobre el alcance del Derecho a la libertad de expresión a través de la redes sociales. Del Fallo se ha destacado sobre todo el párrafo alusivo a que “ciertas expresiones no se pueden enmarcar dentro de la libertad ideológica o de expresión y se enmarcan dentro del discurso del odio”. Este es, sin duda, el primer paso en el necesario control de las redes sociales, a través de las cuales ciertos personajes siniestros o directamente muy averiados de la sesera, pasan de la libertad al libertinaje con una facilidad pasmosa, exigiendo respeto por sus 'verdades' y negándolo sistemáticamente al resto de usuarios de la red, tal es su convencimiento de que albergan en su interior la reserva espiritual del credo que prediquen en cada momento. Como viene reconociendo el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y, en nuestro país el Constitucional, la libertad de expresión no es un Derecho Fundamental absoluto e ilimitado, sino que tiene lógicamente, como todos los demás, sus límites, de manera que cualquier expresión no merece, por el simple hecho de serlo, protección constitucional, por lo que quedan fuera de la misma “las expresiones indudablemente injuriosas o sin relación con las ideas u opiniones que se expongan y que resulten innecesarias para la exposición de las mismas”. Es decir, las que, “en las concretas circunstancias del caso sean ofensivas u oprobiosas”.-
En el ámbito de la Guardia Civil se hizo famoso hace unos meses el Brigada Jarque por sus comentarios a través de la red social del pajarito. Como hay algunos que no aprenden ni por las malas, acaba de surgir un discípulo destacado del antedicho, intentando superar al maestro, sin tener en cuenta los años de experiencia académica del primero, los cuales dejaron profunda huella en miles de compañeros que a día de hoy realizan servicio a lo largo de la piel de toro. Pues nada, que este personaje relativamente novedoso se ha ido envalentonando con el paso del tiempo al observar como sus desatinos no le acarreaban consecuencia alguna y, también, jaleado por cuatro menos descerebrados que él, los cuales le incitan a perseverar, pero se abstienen de exponer lo que piensan sabedores, seguramente, de que al final estas cosas terminan pasando factura.-
Entre las perlas que últimamente ha escrito este personaje se encuentran las del deseo de que un camión arrollase a aquellos congregados en un supuesto mitín de un partido político en el barrio madrileño de Vallecas... aunque solo matase a diez o quince personas. Supongo que habrá que agradecerle el detalle de tratarlas de 'personas', dada su inclinación por el mundo animal ya que, en otro mensaje marca de la casa se descuelga con: “eres una sucia y sarnosa hija de puta”, “solo espero que el Cancer que te mate sea el más atroz y mueras sola y abandonada”, “Otro ejemplo de porque deberían legalizar las palizas en público. Esto no es una persona, es un animal”. Las faltas de ortografía son autóctonas y suelen ser habituales en este tipo de sujetos.-
Realmente me maravilla comprobar de qué manera llegan a creerse que su postura es la correcta y, en el supuesto caso de que legalizaran las palizas en público, los destinatarios de las mismas serían el resto de mortales y no ellos mismos. O también, si tan creyentes se autoproclaman, no caigan en la cuenta de que quizás tal poder divino decida enviarles esa enfermedad que tanto desean al prójimo como pago a sus excesos literarios. Como culmen a estos despropósitos y otros más que espero tengan adecuada respuesta tanto interna, al tratarse de un miembro del Cuerpo, como jurídica, no podía faltar el típico mensaje victimista del tipo “lo gracioso es que me están acosando por decirles la verdad”. En estos momentos ignoro cuándo ingresó en la Benemérita este necio, pero por lo que nos ha mostrado, me queda claro que el día en que trataron el tema de la Libertad de Expresión en la academia no acudió a clase. Acaso por estar realizando labores de camarero en el bar de oficiales, dada su posterior trayectoria profesional.-
