Por Alberto Llana Publicado el 22 de septiembre de 2019
De repente sintió como un latigazo en su cerebro y, tras la inicial sensación de confusión, la mente se le aclaró y pudo percibir la soledad. No es que realmente se hubieran alejado todas las personas que hasta poco antes le rodeaban a la espera de escuchar sus diatribas y sus instrucciones, aunque muchas sí habían desaparecido, lo que ahora notaba por vez primera era la ausencia total de atención por parte de aquellos a los que podía ver en derredor y que todavía no sabían qué dirección tomar, como si fueran perros abandonados por sus dueños en mitad de un camino a ninguna parte, olisqueando el aire por si pudiera facilitarles alguna respuesta. Ya no era el foco de atención de la multitud y comprendió que aunque cayera fulminado al suelo víctima de algún mal, nadie se acercaría a socorrerlo, tal era el giro que había dado la situación.-
Intentó analizar los acontecimientos que habían derivado en su actual ostracismo desde el momento en que decidió liderar la búsqueda de El Dorado, anunciando a los cuatro vientos que disponía de un mapa con su ubicación exacta. El aplomo mostrado en tal afirmación había conseguido aglutinar bastantes adeptos que, a su vez y con la misma flema, convencieron a otros que rápidamente se sumaron a la aventura, dispuestos a hacer lo que fuera necesario para llegar a ese destino soñado. Cuando surgieron dudas sobre la existencia del mapa en cuestión, él las había sorteado exhibiendo a sus partidarios un croquis al que le puso el rimbombante nombre de “Itinerario para Lograr la Prosperidad”, en acrónimo 'ILP', un esbozo más bien zafio que sirvió para convencer a casi todos, calmando a los menos bajo la excusa de que la carta detallada estaba a buen recaudo por razones de seguridad y llegado el momento idóneo la usaría.-
Y así, con la confianza generada por conocer el camino, la ilusión de conseguir el botín final y el ánimo contagioso de un colectivo unido por un anhelo, emprendieron ruidosamente la marcha al son de los tambores y al grito de “JUJUJÚ”, el cual también servía a modo de respuesta amenazadora para aquellos que durante el viaje se detenían a reflexionar en voz alta sobre la dirección que habían tomado. “En este ejército nadie lucha solo”, se había bordado nuestro ahora solitario protagonista en la cinta que rodeaba su cabeza, con el fin de que todos la vieran y sirviera de acicate a la vez que eslogan identificativo de la empresa. Dividió a sus fuerzas en grupos más pequeños al objeto de que cada cual por su lado se internara en las poblaciones aledañas a su itinerario en busca de más aventureros o contribuciones a la causa, lo cual resultó una buena estrategia, al menos de principio. Porque lo que no calculó es que esas partidas autónomas, fieles durante buen tramo de la travesía, comenzaron a actuar bajo su propio criterio, unas veces porque sus cabecillas empezaron a saborear las mieles del liderato, en otras ocasiones por dudas acerca de la realidad del objetivo perseguido y en otras por simple avaricia, al no querer compartir con el resto de las huestes las aportaciones que conseguían de los lugareños con los que se topaban.-
Esas fragmentaciones sutiles no tardaron en cuajar y reforzarse a espaldas del jefe supremo a base de murmuraciones y rumores que iban calando entre aquellos más dubitativos y germinando en las mentes de los incondicionales. Interrogantes acerca de si el caudillo no habría encontrado ya su El Dorado a base de acumular buena parte de lo recaudado durante el trayecto o sobre la autenticidad del mapa que había originado unas expectativas que parecían cada vez más lejanas pese a las millas avanzadas, se mezclaron con el cansancio y la impaciencia propias de una larga andanza, sofocando las miradas esperanzadas de los inicios. A la mente del jerarca acudió el recuerdo de aquella ocasión en que notó la moral de la tropa un tanto disminuida y consiguió elevarla de nuevo reuniéndolos a todos a su alrededor y mostrándoles el plano original que él había hallado y que mostraba el punto exacto donde les estaba aguardando la gloria. La reacción general le satisfizo. Volvieron a sonar los tambores y sus acólitos se desgañitaron de nuevo voceando el “JUJUJÚ”, por lo que creyó que no había perdido un ápice de su capacidad de convicción y todo volvía a estar en orden. Sin embargo, las miradas de incertidumbre de gran parte de los presentes no parecían respaldar esa impresión. Y así fue en realidad porque una vez disgregada la masa general y en el entorno más seguro de cada pequeño grupo, los más avispados no tardaron en cuestionar lo que acababan de presenciar. “¿Soy yo o es que ese mapa que nos ha mostrado el patrón es el mismo dibujo de aquel croquis que exhibió hace tiempo, solo que en tamaño más grande?”, “Es la primera vez que veo un mapa al que le faltan los puntos cardinales, ni siquiera hay una flecha que indique dónde está el Norte”, “No creo que con ese mapa lleguemos a El Dorado”.-
Los recelos fueron ganando terreno y, por un tiempo, solo el miedo a los más recalcitrantes y el temor a quedarse sin recompensa final, acaso la lograran, consiguieron mantener el espejismo de unidad. No duró mucho esa situación. La espantada general comenzó cuando uno de los cabecillas de un grupo anunció a sus colegas que lo dejaba, que se volvía por donde había venido y que podían elegir a otro que los dirigiera en sus escaramuzas. Buena parte de sus correligionarios asintieron y contestaron que también desistían, por lo que tan solo quedaron unos pocos que, insuficientes para poder continuar su labor, optaron por integrarse en otros grupos. Y cuando se corrió la voz de la primera deserción en masa ya no hubo remedio. Otros grupos se fueron sumando paulatinamente a la desbandada de manera sigilosa, por temor a los más fanáticos y sus tácticas extremas para intentar mantener la unidad, toleradas cuando no alentadas por el ahora desolado capo de la ILP. Y así, llegó el momento en que la merma de efectivos se hizo más que evidente para casi todos porque los lugartenientes del gerifalte se abstuvieron de comunicarle las malas noticias optando por transmitir sensación de normalidad y acentuando sus muestras de adhesión incondicional a la causa y al causante, que no sospechó ni por un instante que todo el tinglado se estaba desmoronando.-
Al final, volvemos al principio de la historia, al momento en que el ideólogo del amaño se apercibe del desastre y trata de hallar respuestas lógicas a lo acontecido. Como no las encuentra decide culpar a los demás y ponerse a vociferar improperios a los cuatro vientos pero ya no hay nadie que los escuche. Los más están demasiado lejos ya y los que quedan en su entorno le ignoran de tal forma que se han vuelto insensibles a la frecuencia de su voz. Chilló y blasfemó hasta enronquecer, agitó el falaz ILP hasta hacerlo jirones y cuando se le agotaron las fuerzas y la voz, se desplomó de rodillas totalmente abatido. Ojeó nuevamente a su alrededor y ya no había nadie. Pensó con resignación que las cosas, tal como vienen, se van... y se fue, no sin antes echarse a la espalda la mochila en la que portaba el botín honradamente logrado con la patraña.-
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