Escrito por LlanAUGC 28-10-2018
Por Alberto Llana
Hace ya muchos años leí una novela que había ganado el premio Pulitzer y que ahora me ha venido a la memoria, no tanto por la historia que cuenta sino más bien por su título: 'La conjura de los necios'. Porque tal parece que haya una confabulación de cenutrios empeñados en hacer creer a la mayoría de guardiaciviles y policías nacionales que el Acuerdo de equiparación salarial firmado el pasado mes de marzo no tiene más valor del que se le pueda otorgar al papel higiénico, lo que no deja de ser una estupidez. Ya escribí en anteriores ocasiones, y por supuesto mantengo, que más allá de cifras y operaciones matemáticas, existen determinadas cláusulas en el pacto que, de cumplirse, arrojan el resultado deseado. Ignorar esos puntos es mentir, directamente. Y empeñarse en juzgar prematuramente, sin esperar la evolución de los acontecimientos, es cuando menos mezquino.-
Quizás el Acuerdo no llegue a cumplirse en su totalidad, no lo se en estos momentos y mi natural desconfianza hacia las buenas palabras expresadas por políticos de cualquier signo o condición hacen que sea pesimista en ese sentido, pero ya ven, tampoco pensaba ver realizado el primer tramo del convenio, sobre todo tras el cambio de gobierno, y resulta que ha llegado. Estaría encantado de tener que rectificar el resto de mis malos augurios. Entonces, ¿a qué viene esa insistencia por atacar un convenio que está dando sus primeros pasos? La respuesta no es sencilla porque confluyen variadas razones. Hay quienes deseaban que se lograra un entendimiento para zanjar la equiparación salarial de una sentada, sin tener que aguardar un trienio, con los vaivenes y desasosiegos que a buen seguro habrá entremedias. También se puede contemplar a otros que lo de 'equiparación' se les queda corto y aspiran a cobrar más que los compañeros de los cuerpos autonómicos, en lo que he venido a denominar como el 'clan de los 3.000', dado que esa es la cantidad de euros que consideran ajustada a la labor que desarrollan.-
Y, como no, están los apostadores, aquellos que desde un primer momento buscaban algo más que la igualdad de emolumentos. Para ese grupo, lo de tener que aguantar hasta el momento de ver los resultados finales del Acuerdo les venía fatal ya que los relegaría al ostracismo después de estar en el candelero durante meses y, si no aprovechan el tirón para conseguir esos otros fines que secretamente ansían, verán como parte su último tren desde el andén. A esos les conviene mantener la tensión, y su envite tiene muchas posibilidades de prosperar ya que tienen memoria suficiente como para recordar que durante treinta años ha habido promesas, principios de acuerdo u ofrecimientos varios que se quedaron en agua de borrajas. En esta ocasión bien podría terminar de modo parecido. Las variables recogidas en el texto firmado son un acicate para ello. Si ahora podemos comprobar fácilmente el grado de indignación que han conseguido insuflar a muchos compañeros, resulta sencillo calcular a qué extremos pueden hacer llegar el enojo cuando empiecen a aparecer resultados de la auditoría externa que se está elaborando en estos momentos. Que si los niveles por aquí, que si las cotizaciones por allá, las productividades por acullá... no les van a faltar motivos para seguir enardeciendo a sus acólitos. Por otra parte no debemos desdeñar la cuestión de la autoría moral del Acuerdo. Todas las cosas positivas que afloren del mismo será gracias a ellos y lo negativo se anotará en el debe de asociaciones y sindicatos. Como digo, una jugada perfecta a corto plazo y con un porcentaje de éxito muy alto a largo plazo.-
Asimismo está la pura y simple avaricia que, como argumento en sí mismo, resulta rechazable, aunque a los necios les importe un comino exhibirla. Me refiero a la camarilla formada por aquellos que despotrican de lo rubricado olvidando convenientemente que, a día de hoy, con el primer tramo salarial ejecutado, ya están equiparados con los Mossos, incluso por encima de ellos en cuanto a lo que realmente perciben de la Administración. Esas personas, aparte de insultar la inteligencia de sus compañeros quedan en muy mal lugar por mucho que su necedad les impida apercibirse de ello. Tienen la creencia de que por exteriorizar su malestar sus oyentes no están pensando: ¿y tú de qué te quejas? Por último me vienen a la mente los que no tienen argumento claro definido. Han concluido que el Acuerdo no les gusta y buscan opiniones ajenas que apoyen ese desagrado para adoptarlas como propias y cuando escuchan una explicación que las desmonta, corren raudos a por otra diferente que siga alimentando su rechazo. Este grupo, quizás el más numeroso, se nutre de los apostadores a los que antes me he referido porque piensan que están de su parte y, más tarde o más temprano, se darán cuenta de la pura y descarnada realidad. Será interesante comprobar su reacción posterior.-
Quizás haya quien concluya que lo de confabulación de necios no es demasiado justo, sobre todo porque dentro de los grupos que he mencionado hay alguno que actúa con sibilino intelecto, empero no creo que sea así, entre otras razones porque no les ha quedado más remedio que conducirse de ese modo, y no es lo mismo el instinto de supervivencia que la natural inteligencia. Si acaso tuvieran de lo último se darían cuenta de que lo que toca ahora es conseguir que el Acuerdo se cumpla en toda su extensión, y si no llegara a materializarse del modo que esperamos casi todos, retomar las movilizaciones en unidad. Una unidad que se han empeñado en destruir al señalar sin pudor como enemigos a quienes no comulgan con sus postulados o no quieren ser partícipes de su confabulación.-
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