Por Alberto Llana Publicado el 16 de diciembre de 2015
Tras el atentado a nuestra embajada en Kabul volvieron a surgir los fantasmas que asolan al partido que, todavía, nos gobierna. Es sobradamente conocida la primera reacción del presidente del Gobierno, negando la mayor y afirmando que habían sido liberadas todas las personas que estaban trabajando como funcionarios en la embajada. Luego hemos sabido la cruda realidad. Los relatos de algunos supervivientes al brutal ataque son suficientemente explícitos como para preguntarse si es que nuestros responsables no aprenden, les gusta tropezar con la misma piedra de forma reiterada, manejan pésima información o simplemente es que son unos gilipollas sin escrúpulos.-
Lo primero que se me pasó por la cabeza cuando me enteré de la veracidad de lo acontecido fue rememorar las declaraciones de otro sujeto del mismo partido, después de ser estremecidos por el mayor atentado terrorista de nuestra historia. Al parecer no le venía bien contar la verdad al estar, justo como ahora, en periodo electoral y prefirió especular en la dirección que le convenía de cara a las urnas. Creo que en esta ocasión el peso de los votos también ha influido en la balanza de tomar decisiones y, en ese sentido, la adoptada se ha revelado como aciaga, cuando no canalla. El caballero que rige los designios del ministerio del interior, acostumbrado a meter las dos patas a la vez, que no una sola, como viene a ser norma general, se luce declarando que el mortífero ataque estaba dirigido a la casa de al lado, olvidándose del detalle de que esa casa también forma parte del complejo español, tal y como aclaró el gobierno afgano pocas horas después. Según esa teoría, lo ocurrido en la embajada fue algo así como daños colaterales de un atentado dirigido contra otro objetivo. Aunque eso fuera cierto, olvida el iluminado por el ángel Marcelo que cualquier ataque que tenga como objetivo a representantes de las libertades y del Estado de Derecho es un ataque a todos y cada uno de nosotros y que las víctimas, por muy colaterales que sean, son tan importantes como las de París, Londres, San Bernardino o las de cualquier punto de la geografía española.-
Después de variar su primera versión de los hechos, el repartidor de medallas virginales quiso cubrir el expediente llamando a consultas a todos los firmantes del pacto antiterrorista y a aquellos que se quisieran sacar la foto para no perder votos y el resultado fue... bueno, pues que todos condenamos el terrorismo y como dijo el sujeto al que antes aludía “estamos trabajando en ello” pero sin acento raro. No obstante, volvía a las andadas afirmando que el objetivo terrorista era la 'guest house', como si en ello le fuera la credibilidad y parte de la campaña electoral.-
No se preocupe amigo Jorge, su credibilidad no se ha resentido un ápice, pues nada se le puede restar al cero más absoluto. Para mí desapareció el día en que, tras el fallecimiento de quince inmigrantes en la frontera de El Tarajal, usted afirmó que no se había usado material antidisturbios, siendo una completa mentira. Usted debería haberse ido entonces, no sin antes cesar a ciertos consejeros y responsables de la Guardia Civil que dieron orden de hacerlo, tratando de 'enterrarlo' posteriormente y después de ordenar elaborar un protocolo de actuación para los guardiaciviles que velan por la seguridad fronteriza y que continúan abandonados por sus superiores y por los políticos de turno, como usted.-
Y hablando de recuerdos, ahora nos tocará revivir los oscuros tiempos en que compañeros de los Cuerpos de Seguridad o militares recibían su último adiós sin pena ni gloria, salvo los fastos propios de cara a la galería, máxime a unos días de someterse al refrendo popular y, una vez cubiertas las mínimas y debidas consideraciones, el silencio y la certeza de que la burra volverá al trigo.-
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