Por Alberto Llana Publicado el 13 de diciembre de 2015
En menos de una semana hemos recibido varias noticias tristes relacionadas con la plaga que asola a la Guardia Civil desde hace décadas... los suicidios. Tal es así, que el año en que la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) -por aquellos tiempos COPROPER-6J-comenzó su camino, el número de compañeros que decidieron quitarse la vida casi iguala al número de semanas de aquel periodo anual. Y me refiero a las cifras oficiales que a duras penas pudimos obtener, ante el oscurantismo oficial que rodeaba esta auténtica lacra. En aquellos tiempos no solamente se intentaban tapar las cifras, además había una ausencia total de interés por atajar el problema. Y por mucho que desde la Dirección General del Cuerpo se intente vender lo contrario, los esfuerzos oficiales por revertir esta situación han sido, son, ínfimos y, en mi opinión, meramente cosméticos. De no ser por algunos profesionales del Servicio de Sanidad que con su humanidad y sentido del deber hacen lo que buenamente pueden, las frías estadísticas actuales se acercarían a las que mencioné anteriormente.-
A lo largo del tiempo he acumulado muchísimas historias a este respecto y, como yo, otros compañeros de la Asociación que, dicho sea de paso, también hemos intentado contribuir con nuestras escasas posibilidades y entendimientos a mitigar la tragedia. Recuerdo una ocasión en la que me avisaron de una situación complicada que estaba aconteciendo en un cuartel del Cuerpo. Por suerte en aquellos momentos me encontraba a punto de tener una conversación con el jefe de gabinete del Director General de la Guardia Civil y pocos minutos después, en cuanto lo tuve frente a mí y tras estrecharle la mano, lo primero que hice fue transmitirle lo que ocurría. Rápidamente cogió su teléfono e hizo gestiones al respecto, con resultado positivo, pues la situación pudo ser reconducida, al menos en esa concreta ocasión. En estos momentos mi interlocutor de aquel día ocupa la Dirección General de la Policía y le vuelvo a agradecer aquellas gestiones. No obstante aquello fue un pequeño oasis en medio de un desierto de desolación.-
Y es que resulta incomprensible la actitud de los máximos responsables de la Benemérita ante semejante catástrofe humana. Hemos escuchado excusas oficiales de todo tipo, casi ninguna acertada, en el intento de dar explicaciones convincentes acerca de la alta incidencia, muy superior a la media, que afecta a la Guardia Civil. Afirmaciones como la que el hecho de ser un Cuerpo armado facilita la labor se cae por su propio peso cuando se comparan estadísticas con otros cuerpos armados de este país. Y lo peor es que quienes osan hablar así tienen fácil acceso a tales estadísticas, por lo que resulta imperdonable su argumentación. En similar línea también se ha llegado a decir que la mayor parte de quienes toman la fatal decisión son componentes de la Escala Básica del Cuerpo, insinuando sin duda alguna que la capacidad mental de esas personas es más frágil que las de otras que integran Escalas superiores. Extraiga cada cual sus propias conclusiones sobre el particular, no creo que haga falta que exponga mis valoraciones.-
El pasado mes de septiembre AUGC presentó en el Ministerio de Sanidad un escrito relativo a la elevada tasa de suicidios en la Benemérita, un verdadero drama oculto en la Guardia Civil. Ante este hecho, la Dirección General no tardó en pronunciarse mediante nota oficial en la que se escudaba en estudios propios que determinan que el 90% de estos fueron por causas claramente desvinculadas de su actividad laboral y relacionadas con el ámbito personal, sentimental y familiar. Al parecer l@s guardiaciviles sufren esta problemática en mayor medida que quienes trabajan en otros colectivos similares y nada tiene que ver la idiosincrasia propia de un Cuerpo militarizado, con escasez de derechos, con una disciplina exacerbada y en donde el sistema de clases encuentra uno de sus últimos acomodos dentro de un Estado de Derecho general.-
Las verdaderas razones difieren bastante de la postura oficialista. Repasando diferentes estudios realizados por la AUGC a lo largo de su historia rescato, por ejemplo, lo siguiente: entre 1991 y 2002 se suicidaron 225 agentes, lo que supone una media de 19 fallecidos al año. A lo anterior debemos sumar el hecho de que se produjeran durante ese mismo periodo 300 tentativas frustradas. Estas tasas son seis veces superiores a las que presentó el Cuerpo de la Policía Nacional. Los motivos que señalábamos por aquel entonces siguen subsistiendo en la actualidad, a saber, la pérdida del sentido del trabajo, las sanciones disciplinarias, la mala relación con los mandos, la monotonía y las decisiones no explicadas, los continuos cambios de servicio, la dificultades de conciliar la vida profesional y familiar, el estrés y las crispaciones derivadas de trabajar con pocos medios y la abundancia de correctivos mientras los incentivos sirven para que los jefes premien o castiguen a su santa voluntad. Y ante este panorama, la certeza de que a los responsables les importa una mierda, salvo cuando se les exigen explicaciones. La Ley de Prevención de Riesgos Laborales sigue en pañales y con pocas ganas de ser desarrollada, tal y como se ha demostrado, de nuevo, esta misma semana, con una nueva ¿reunión? de la Comisión del ramo. El resumen de ese encuentro encuentra un acertado titular en la nota de prensa que la AUGC emitió tras la burla, dice así: “La Dirección General sigue tomando el pelo a los guardias civiles en materia de riesgos laborales”. Y mientras tanto, seguimos recibiendo con impotencia noticias luctuosas sin parar.-
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