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HUSMEANDO

Por Alberto Llana Publicado el 28 de noviembre de 2015




La Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) ha denunciado el espionaje a la que se vio sometida desde que convocara la manifestación desarrollada el pasado 14 de noviembre y conocida como 'Marea de Tricornios'. Durante meses elaboraron un informe basado en los comunicados de nuestra organización en diferentes redes sociales y medios de comunicación, amén de indagar acerca del posible número de asistentes, forma de organizar su traslado y el propio evento en sí. Este afán por husmear lo que hace AUGC podría considerarse aceptable en un Cuerpo cuyo cometido, entre otros, consiste en acumular información. Sin embargo existe un pequeño detalle que hace cambiar la percepción de las cosas. El ánimo husmeador no iba dirigido meramente al hecho de saber, de conocer. Más al contrario, subyacía un ánimo represivo, cercenador.-


Con la información acumulada y debidamente tamizada al objeto de presentar un escenario irreal, se intentó prohibir el ejercicio de un Derecho Fundamental propio de cualquier ciudadano español, el de manifestación. Los guardiaciviles pueden ejercer tal Derecho, con los límites impuestos en los textos legales, claramente exagerados dicho sea de paso, pero que deben ser acatados, máxime por los integrantes de un Cuerpo como el de la Guardia Civil. De este hecho incontrovertible a suponer que los estrechos márgenes de maniobra que las normas permiten deriven en prohibición, media un trecho. Ese espacio exiguo es el que trataba de taponar el informe antedicho, resaltando los aspectos más negativos de la convocatoria con el deseo de demostrar que no se ajustaba a la legalidad. Como saben, surtió efectos a nivel administrativo con el veto del evento por parte de la Delegación del Gobierno madrileña, siendo corregido ese claro error por el Tribunal correspondiente que se ocupó de poner las cosas en su justo sitio, como ya hiciera anteriormente en un caso similar sufrido igualmente por la AUGC. No aprendieron a la primera y sería raro que lo hicieran ahora, por lo que a buen seguro deberemos presenciar un ridículo semejante en el futuro.-


Esta forma de actuar de la Dirección General benemérita para con la AUGC no resulta extraña para nosotros. Quienes hemos vivido todos los pasos dados por la organización desde que presentamos los primeros Estatutos, allá por el mes de abril de 1991, podemos narrar unas cuantas 'batallitas' al respecto. Por ello me pondré en plan abuelo Cebolleta y relataré un episodio sucedido hace ya tiempo. En cierta ocasión, iba yo al frente de mis cipayos... ¡¡Ah, perdón!! que eso lo decía el abuelete, no yo. Pues bien, la historia aconteció durante una de las primeras asambleas anuales de la asociación, en la segunda mitad de los años noventa. El acto tuvo como escenario un hotel madrileño en donde se dieron cita los representantes provinciales para debatir sobre la gestión pasada y fijar el devenir futuro de la organización. En uno de los recesos que suelen hacerse tras varias horas de reunión, nos dirigimos a la cafetería del hotel a tomar un refrigerio. En una de las mesas nos sentamos José Luis Bargados, José Morata, Florencio Garrido y yo mismo. Mientras charlábamos sobre el desarrollo de la asamblea, Morata se quedó mirando a una pareja que había entrado desde la calle y que fue a sentarse en dos taburetes situados en la barra del bar. Señalando hacia los dos, nos informó que los conocía y que estaban destinados en una unidad de investigación. Lógicamente clavamos nuestras miradas en los personajes que se habían convertido, contra sus deseos, en las figuras de la velada. Me fijé en la chica, que portaba un bolso de color negro y que, pese a estar sentada, seguía manteniendo colgado del hombro izquierdo. Mientras parecía comentar algo a su acompañante, la mujer describía con el bolso un abanico, en un gesto del todo impropio a la situación que trataban de aparentar. Vi claramente como en el lateral del bolso había algo extraño. Era un agujero hábilmente tapado con una tela como la que se usa en las medias femeninas, de color negro como el bolso. Resultaba difícil advertirlo, salvo por un detalle, el movimiento del bolso hizo que un rayo de luz incidiera en el arco metálico que rodeaba la lente de la cámara de grabación que sin duda ocupaba el interior del mismo. Nos estaban grabando.-


Morata se levantó y comentó a los compañeros más cercanos lo que estaba ocurriendo y estos, a su vez, se lo transmitieron al resto, de tal modo que, antes incluso de que Morata llegara a la altura de la pareja, prácticamente todas las miradas de los presentes estaban clavadas sobre ellos. Lo más gracioso de la situación es que los espías habían pedido unas consumiciones, una copa de coñac para él y un café con leche para ella. En el intento de disimular, sabiéndose descubiertos, el nerviosismo de la chica hizo que no se diera cuenta de lo que hacía e introdujo la cucharilla en la copa de coñac, girándola con fruición como si estuviera revolviendo su café. En esas estaba cuando Morata llegó a su altura y les dijo a ambos algo así como “Hola compañeros, estáis invitados a las consumiciones”. Las terminaron rápidamente y se ausentaron del lugar.-


El resultado de la incursión husmeadora y la certeza de lo que habían ido a hacer lo percibí poco tiempo después en mis carnes, en forma de expediente disciplinario por haber viajado a la capital sin autorización de mis superiores, tal era la ausencia de libertad de movimientos que teníamos en aquellos tiempos los miembros del Cuerpo. Pero la historia del expediente tiene enjundia propia y me la reservo para otro artículo distinto, si me lo permiten.-



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