Por Alberto Llana Publicado el 19 de diciembre de 2015
En cierta ocasión se celebró una comida de despedida a un oficial de la Guarda Civil que se trasladaba a un nuevo destino. Acudieron muchas personas a la misma, en señal de aprecio y reconocimiento a la labor desarrollada en el puesto que dejaba vacante, entre ellos yo. Durante el transcurso de la celebración se acercó a mí otro oficial que conocía y mostró su sorpresa por verme allí. Me dijo que le extrañaba que hubiera asistido ya que me suponía contrario a cualquier atisbo de autoridad. Aquella impresión suya sí que me sorprendió porque ignoraba cómo había llegado a esa conclusión.-
Supongo que, tras años de encontronazos con los responsables del Cuerpo en esa Comandancia concreta, los cuales no supieron o no quisieron hacer honor a los principios básicos que rigen, ya no solo la propia Benemérita, incluso esas Reales Ordenanzas militares que tanto les gustan en la parte que les beneficia y no en su totalidad, la impresión que le quedó a ese oficial fue la que me transmitió en aquel momento. Sin embargo, lo cierto es que siempre he apreciado a los buenos profesionales, sean de la escala que sean, al margen del hecho de que, por mi labor asociativa, haya tenido que dedicarme más a aquellos que están prácticamente olvidados y desprotegidos por parte de una administración y de una superioridad, en general, que tiende a mantener un sistema caduco e impropio de un estado moderno, tal es hoy en día el español.-
Sin embargo, después de mucho esperar pacientemente un cambio de rumbo, llegó destinado el oficial homenajeado y la calma se fue asentando poco a poco. Este profesional dejó anécdotas que todavía siguen en boca de la mayoría de los que vivieron aquellos momentos y relataré alguna de ellas, procurando no extenderme demasiado para no resultar tedioso. Al poco de llegar por estos páramos y mientras paseaba por el patio de la Comandancia, se acercó a un guardia y, tras presentarse, le preguntó su nombre y destino, interesándose por las condiciones de vida y de trabajo en su Unidad. Estuvieron charlando y paseando por el patio más de media hora y, terminada la conversación, se puso manos a la obra en la tarea de mejorar aquellos aspectos negativos que dependían de su autoridad. Y su empeño pronto se dejó notar.-
En otra ocasión, mientras asistía a un partido de fútbol cuya seguridad dependía de la Guardia Civil, observó a un compañero cuyo uniforme estaba en mal estado. Se acercó y le preguntó al guardia la razón de vestir unas prendas tan ajadas. El aludido le explicó que llevaba varios años solicitando nueva uniformidad pero dada su talla -alto y fornido- todavía no se la habían proporcionado. Extrañado, le respondió que averiguaría dónde estaba el problema y unos días después llamó a su despacho a aquel guardia. Una vez presente le dijo que había comprobado en los vestuarios de la Comandancia que, efectivamente, no tenían uniformes de su talla y las peticiones realizadas por el interesado no habían sido atendidas. Señalando hacia una percha donde tenía colgado un uniforme suyo, le dijo al guardia que había calculado a simple vista que tenían la misma talla, que probase ese uniforme y, si le sentaba bien, se lo quedara hasta que llegaran los de repuesto solicitados por vía de urgencia. El guardia, extrañado, contestó que no podía quedarse con su uniforme, recibiendo una contundente respuesta: ¿Somos compañeros, no? ¡Pues no hay más que hablar!
Por último, mencionaré el caso de unos compañeros que se dirigieron a mí para que les confeccionara un modelo de petición a fin de solicitar un cambio en los turnos que realizaban en su Unidad. Elaboré el modelo pero les pedí que, antes de cursarlo, me dejaran hablar con el oficial y plantearle la cuestión. Le llamé, nos fuimos a toma un café y expuse el tema. Me dijo que lo dejara en sus manos, que hablaría personalmente con los compañeros. Y así fue. Se trasladó a esa Unidad, conversó con los presentes y verificó lo que le había transmitido. El cambio en los turnos de trabajo se llevó a cabo con la satisfacción de los interesados que mejoraron su calidad de vida sin que el servicio se resintiera lo más mínimo.-
Estos ejemplos referidos quizás puedan resultar normales en otros ámbitos, pero en la Benemérita constituyen una rara avis que hay que apreciar y valorar convenientemente. De hecho, debería ser lo normal y no la habitualidad a la que estamos acostumbrados desde que a la Guardia Civil le trastocaron su apellido. Por estas y otras razones adicionales acudí a ese homenaje en particular de muy buena gana. Es más, aunque ha pasado ya cierto tiempo, mantengo esa buena relación forjada durante su estancia por tierras asturianas y hace pocos días le llamé para felicitarle por un nuevo y merecido ascenso, deseando que su ejemplo sea contagioso entre los miembros de su actual Escala ya que los componentes de la institución se merecen un poco de normalidad de una santa vez.-
Comments