En esta ocasión me limitaré a reproducir una artículo publicado en la web de historia de National Geographic, que lleva por título el indicado arriba, acerca del conocido como 'Holomodor', término acuñado en 1988 por el escritor Oleksa Musienko para definir la hambruna provocada deliberadamente en Ucrania en el invierno de 1932-33 por Iósif Stalin, para tener más información sobre lo que actualmente vuelve a acontecer en ese país. El comentario, firmado por J. M. Sardurní y publicado inicialmente el 14 de junio de 2020, consta como actualizado el pasado 28 de febrero.-
«La colectivización forzosa impuesta por Iósif Stalin condenó a una cruel muerte por inanición a unos siete millones de personas en toda la Unión Soviética, particularmente en Ucrania. El aparato del Estado requisó cosechas y alimentos y cercó poblaciones enteras para que nadie pudiera salir, sentenciando a sus habitantes a una muerte segura.
“Honorable camarada Stalin, ¿hay alguna ley del Gobierno soviético que establezca que los aldeanos deban pasar hambre? ¿Por qué nosotros, los trabajadores de las granjas colectivas, no hemos tenido una rebanada de pan en nuestra granja desde el 1 de enero? ¿Cómo vamos a construir la economía del pueblo socialista si estamos condenados a morir de hambre? ¿Para qué caímos en el frente de batalla? ¿Para pasar hambre? ¿Para ver a nuestros hijos sufrir y morir de inanición?”. Estas palabras fueron escritas en la primavera de 1932 por un grupo de campesinos ucranianos, quienes viendo morir de hambre a sus familias, decidieron escribir al Kremlin para intentar conseguir una solución a la terrible hambruna que estaban sufriendo.
EL GRANO OCULTO
Ucrania, Kazajastán y el norte del Cáucaso fueron las regiones más castigadas por la “colectivización forzosa” propuesta por el Estado. Esta obligaba al campesinado a convertirse en proletario. A finales de 1927 estalló la llamada “crisis de las cosechas”, cuando se produjo una caída espectacular en las entregas de los productos agrícolas a los organismos del Estado y se agravó en 1928, cuando los campesinos sólo pudieron entregar 4,8 millones de toneladas en lugar de los 6,8 millones del año anterior.
Aquella situación proporcionó a Stalin el pretexto perfecto para intervenir directamente en Ucrania. Como respuesta a aquella crisis, la Unión Soviética puso en marcha un plan quinquenal encaminado a desarrollar un ambicioso proyecto económico además de proceder a la modernización de la industria pesada en todo el país. Y una de sus propuestas estrella consistía en que fueran las exportaciones de trigo quienes pagaran la factura: la exportaciones de trigo ucraniano.
A partir de 1930, destacamentos de la Dirección Política del Estado (GPU) comenzaron a requisar de forma abusiva el grano y el trigo ucranianos, dejando las tierras sin las semillas necesarias para que pudieran germinar, ni tampoco dieron tiempo suficiente a la tierra para que se pudiera volver a plantar.
CONFISCACIÓN O PRISIÓN
El 7 de agosto de 1932 se aprobó la 'Ley de las Espigas', que establecía castigos para todos aquellos que estuviesen en contra de la confiscación y, sobre todo, para todos los campesinos que se atreviesen a robar grano. De esa manera, se impusieron penas de prisión a muchas personas que fueron encarceladas en centros penitenciarios de las ciudades de Balashevo o Elan. A pesar de aquellas medidas, los robos fruto de la desesperación fueron tan elevados que las autoridades crearon tribunales para dictar penas de muerte a los saqueadores. Según registros de la época, bajo el paraguas jurídico de la 'Ley de las Espigas' se ejecutó a 5.400 personas y 125.000 más fueron enviadas a los gulags de Siberia.
Temeroso de una contrarrevolución, Stalin tenía muy presente la revuelta de los campesinos ucranianos durante la Guerra Civil Rusa que tuvo lugar entre 1918 y 1921. Conocedor de la hambruna que sufría el país a comienzos de los años treinta, en 1932 tomó la decisión de endurecer las condiciones en Ucrania, bloqueando las fronteras del país para que la gente no pudiera salir y creando unas brigadas que iban de casa en casa confiscando la comida de los campesinos.
MUERTOS DE HAMBRE
Conocido como Holodomor, palabra ucraniana que significa “matar de hambre”, el programa diseñado por el Estado soviético tenía una doble finalidad: por una parte pretendía eliminar físicamente a los campesinos que se resistían a las colectivizaciones forzosas de sus tierras, sobre todo a los kulaks, pequeños propietarios de tierras y ganado, y, por otra, reprimir cualquier síntoma de rebrote del nacionalismo ucraniano que se definía como proeuropeo y anti Moscú.
En apenas unos meses, a comienzos de la primavera de 1932, los campesinos ucranianos empezaron a morir de hambre. Algunos documentos hablan de niños con el vientre hinchado por la falta de alimento familias enteras obligadas a alimentarse de hierba o cortezas de roble, e incluso se comían a los perros y a los gatos. La situación llegó a tal punto que algunos historiadores afirman que en las zonas rurales más pobres se generalizó el canibalismo y los cadáveres se agolpaban en las calles porque nadie tenía fuerzas para poder darles sepultura.
UN PANORAMA DESOLADOR
En la obra 'Todo fluye', del ucraniano Vasili Grossman, el autor describe los efectos de la hambruna de la siguiente manera: “Al principio el hambre te echa de casa. Primero es un fuego que te quema, te atormenta, te desgarra las tripas y el alma: el hombre huye de casa [...]. Luego llega el día en que el hambriento vuelve atrás, se arrastra hasta casa. Esto significa que el hambre le ha vencido, aquel hombre ya no se salvará. Se mete en la cama y permanece tumbado. Una vez el hambre lo ha vencido, el hombre ya no se levantará, no solo porque ya no tenga fuerzas: le falta interés, ya no quiere vivir. Se queda tumbado en silencio y no quiere que nadie lo toque. El hambriento no quiere comer [...] no quiere que le molesten: quiere que le dejen en paz”.
De los campos de trigo llegaba un hedor insoportable, y la gente hambrienta se arrastraba hasta allí para cortar las espigas y comérselas, pero al no poder digerirlas morían allí mismo. Era tal la cantidad de cadáveres que se acumulaban en los campos, que los soldados de la GPU tuvieron que emplear trenes para retirar los cuerpos sin vida y cavar gigantescas fosas comunes para evitar que se propagasen enfermedades. Los campesinos que eran capturados por la GPU eran sometidos a terribles torturas en los centros de detención.
EL SILENCIO CULPABLE
Nadezhda Alilúyeva, segunda esposa de Stalin, pidió a su marido que reconsiderase su política en Ucrania. Nadezhda se había negado a llevar la vida cómoda que le ofrecía el Kremlin y quiso ingresar en la Escuela Técnica. Allí descubrió la realidad de la miserable vida que llevaba la mayoría de la población. Sus compañeros de trabajo le hablaron de las detenciones y de los fusilamientos arbitrarios que su marido le negaba que sucedieran. Este baño de realidad unido a las continuas infidelidades de Stalin sumergieron a Nadezhda en una profunda depresión. Una noche, en noviembre de 1932, al regresar de una celebración conmemorativa del aniversario de la Revolución, Nadezhda fue hallada muerta en su habitación junto a un revólver Walther, aunque Stalin obligó a los médicos a redactar un informe en el que se informaba que había muerto de apendicitis.
El Holodomor fue silenciado en muchos países gracias al eficiente aparato de propaganda del Komintern (Internacional Comunista), que logró desviar la atención del problema y vender una buena imagen de la URSS a nivel internacional. El antiguo Primer Ministro de Francia y líder del Partido Radical, Édouard Herriot, viajó a Ucrania en 1933 para conocer de primera mano la situación, pero lógicamente las autoridades soviéticas le hicieron visitar granjas donde había comida en abundancia y los campesinos parecían felices. Sorprendido por el resultado de la visita, sus palabras fueron: “¡Pues bien, afirmo que he visto al país como un jardín a pleno rendimiento!”.
TRAGEDIA SILENCIADA
Gran Bretaña, Estados Unidos y la Sociedad de Naciones adoptaron la misma postura que Francia. Tan sólo unos periodistas italianos presentes en Kharkov, Odessa y Novorossisk quisieron denunciar lo ocurrido, aunque no pudieron informar de los hechos debido a que la Italia fascista de Benito Mussolini, que en aquellos instantes estaba intentando normalizar sus relaciones diplomáticas con la URSS, les prohibió hacerlo.
A inicios de 1934, el Holodomor finalizó en toda Ucrania, Kazajastán y el norte del Cáucaso. El resultado fue que alrededor 7 millones de personas murieron de inanición, y hasta un total de 40 millones de personas en toda la Unión Soviética se vieron afectadas por la hambruna. Para muchos historiadores, el Holodomor que tuvo lugar entre 1932 y 1934 fue el mayor crimen cometido en época de Stalin y de toda la historia de la Unión Soviética, constituyendo una de las mayores tragedias humanitarias del siglo XX».-
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