Por Alberto Llana
Publicado el 20 de abril de 2016
El otrora 'follonero' (Jordi Évole) se ha metido en un follón a costa de su entrevista a Arnaldo Otegi. Supongo que pensaría dar el campanazo televisivo prestando su cuota de pantalla a modo de altavoz de las opiniones de un delincuente recién excarcelado. Y en cierto modo lo ha conseguido, siempre que se de por buena la máxima de “lo importante es que hablen de ti, aunque sea mal”. Dejando patente mi respeto por su derecho a conversar con quien le plazca, también él debería haberse tomado las legítimas muestras de rechazo generadas por el programa como el ejercicio de la libertad de expresión de sus televidentes, lo que no incluye insultos o amenazas, por supuesto. Entre los mensajes enviados a través de redes sociales por Évole, antes incluso de la emisión de la grabación, pude leer uno en el que solicitaba un margen de confianza previo a la crítica, en espera de visionar el contenido de la misma. Parece no querer entender que el mero hecho de otorgar la oportunidad de expresarse a un delincuente de esa calaña causa mucho dolor y rechazo entre gran cantidad de ciudadanos que, de un modo u otro, han sufrido el terror que ese individuo trata de justificar. Y les daría igual que hubiera aprovechado la ocasión para realizar examen de conciencia y pedir perdón por sus errores, algo que, por descontado, no ha hecho, ya que la simple visión de su persona genera repugnancia entre los que defienden la paz y el diálogo dentro de un Estado de Derecho como es hoy en día nuestro país.-
O quizás Jordi quiso sacarse la espina que se le quedó clavada hace unos años cuando lo entrevistó por primera vez. En aquella ocasión no salió mejor parado que ahora y puede que esperara redimirse arrancando alguna afirmación jugosa de su entrevistado acerca de la rendición de los asesinos, la entrega del arsenal que todavía poseen y su predisposición a pasar por el juzgado correspondiente para responder ante la Justicia. Si tal hubiera sido su pretensión, debe de haberle quedado meridianamente claro que la susodicha espina ha calado más en su anatomía y en su credibilidad.-
No conozco el devenir vital de Évole, pero tengo la impresión de que nunca ha tenido que llorar a un ser querido asesinado por los terroristas, ni ha tenido que pasar por el trance de ver el cuerpo de un compañero o amigo destrozado por una bomba o ejecutado con un tiro en la nuca. Creo que si así fuera, reflexionaría sobre la conveniencia de facilitar un micrófono a quien considera estos actos como un paso necesario hacia una hipotética independencia. Resulta fatuo alegar un posible interés periodístico en un caso como este, por la sencilla razón de que las opiniones del entrevistado son sobradamente conocidas y a lo único que conduce es a un ejercicio de proselitismo de sus ideales radicales y violentos, algo que debe ser tenido muy en cuenta a la hora de plantearse ciertas aventuras informativas.-
Una vez emitido el programa y comprobado fehacientemente que el expreso Arnaldo no ha mejorado de sus delirios de grandeza liberadora del pueblo vasco, de su pose matona ante cualquiera que piense de forma diferente y de su visión esquizofrénica sobre quienes son los responsables de los asesinatos y del horror, se puede realizar un juicio justo sobre el mismo. Y no cabe por menos que reconocer que el follón que le han montado al 'follonero', en mi opinión, es más que merecido. Una persona que se dedica a vender al público sus ocurrencias, debería aceptar de mejor grado las opiniones de los que le permiten seguir apareciendo en la caja tonta. Cuando ha tenido aciertos -en muchas ocasiones- y le han llovido alabanzas, se le ha puesto pecho de palomo con gran facilidad. Ahora que vienen mal dadas, adopta una postura casi victimista, de persona incomprendida, de luchador por la defensa de la libertad de información en una dictadura. Y se equivoca de plano, casi tanto como se equivocó al ponerse delante del delincuente Otegi de nuevo y hacer de correa de transmisión de su intento por retorcer la historia y casi culpabilizar a los asesinados de su fatal destino.-
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