Por Alberto Llana
Publicado el 16 de abril de 2017
Llevamos una semana con la noticia de la guardia civil expedientada disciplinariamente por acudir al baño durante su servicio con el fin de ponerse una compresa. La historia narrada por su abogado y las réplicas recibidas por parte de alguna asociación de miembros del Cuerpo han alimentado lo rocambolesco de la misma hasta traspasar nuestras fronteras, convirtiéndola en comidilla internacional. Tengo la impresión de que en este asunto ignoramos ciertos detalles que quizás podrían arrojar mucha más luz sobre el mismo, pero a día de hoy hay que hacerse una composición de lugar solamente con lo que ha trascendido, y la sensación que ello me transmite es que se está cometiendo una clara injusticia con esta compañera. Me explico.-
En primer lugar, el motivo por el que se ausentó de sus labores no creo que sea relevante, salvo para engordar titulares. Está claro que incluir un motivo para la actuación del teniente de tinte misógino da mucho juego, sobre todo en un Cuerpo al que le queda mucho camino por recorrer para poder afirmar sin rubor que no existe discriminación, en general, hacia las mujeres. Y eso que ya ha pasado más de un cuarto de siglo desde que comenzaron a ingresar en el mismo. Empero creo que este suceso habría transcurrido por los mismos derroteros fuera cual fuera la causa por la que esta compañera hubiera acudido al baño. Dicho esto, no consigo encontrar lógica alguna en el actuar del teniente, bien porque, como he resaltado, falten elementos de juicio, bien porque este Oficial no sepa ni le hayan enseñado a ejercer sus responsabilidades como tal. La falta de comprensión acerca de que ciertas necesidades fisiológicas no admiten demora en su atención y el hecho abroncar públicamente a la guardia con expresiones tales como 'no me cuentes milongas', me parece muy clarificador al respecto. Si este teniente observa alguna incorrección en el desarrollo del servicio por parte de alguno de sus subordinados puede y debe apercibirle por ello y, si lo estima oportuno, proceder disciplinariamente, como hizo posteriormente. Pero faltarle al respeto de esa forma y en presencia de terceras personas debería conllevar, como poco, un expediente de igual clase que el incoado a la compañera. Algo que, evidentemente, ni se ha hecho ni se hará porque parece ser que dentro de esa mal llamada disciplina y lealtad al mando que tanto les gusta predicar, incluye tal falta de respeto como norma habitual de relación entre superiores y subordinados. Ya sabíais donde veníais, es la explicación a lo inexplicable.-
El caso es que el teniente, tras despacharse a gusto con la guardia, decidió no hacer nada más al respecto. No indicó en la Papeleta de Servicio anomalía alguna durante el transcurso del servicio, lo que comúnmente se denomina 'providenciar la Papeleta', ni tampoco elaboró un parte disciplinario dirigido a su superior sobre lo acontecido, señal inequívoca de que consideró el incidente zanjado con ese 'apercibimiento' verbal. El artículo 24.1 del régimen disciplinario de la Guardia Civil reza así: “Todo mando tiene el deber de corregir las infracciones que observe en los de inferior empleo, aunque no le estén directamente subordinados, sin que ello suponga sanción alguna. Si, además, las considera merecedoras de sanción, formulará parte disciplinario o acordará el inicio del procedimiento sancionador que corresponda, si tuviera competencia para ello”. Es después, muchos días después, cuando se decide a hacer algo al respecto, tras enterarse de que la guardia se había dirigido a su superior jerárquico, un capitán, para expresarle su disgusto por el trato recibido por el teniente. Y eso es pura y simple venganza.-
Ya estoy escuchando a los defensores del teniente berrear lo que dice el artículo 21 de la misma ley acerca de la prescripción de las posibles faltas disciplinarias, argumentando que si no había prescrito, el actuar del teniente no supone incorrección alguna. Y en eso nunca nos pondremos de acuerdo porque tengo muy claro que si la compañera no hubiera intentado ser escuchada por el capitán, nada hubiéramos sabido acerca de este incidente. Y si al teniente, por su comportamiento, le quedará el alias de 'el compresas', ganado a pulso, lo del capitán tiene mayor enjundia todavía. Recibe a la guardia y cuando se entera de su queja sobre la conducta del teniente la manda a paseo exigiendo que siga el conducto reglamentario, es decir, planteando primero el asunto ante el propio teniente, antes de dirigirse a él. No contento con eso y tras conocer el teniente esa entrevista y decidir tomar venganza a través de un parte disciplinario, el capitán recibe el mismo y ordena la apertura del expediente que ha trascendido a los medios. Pues qué quieren, a este capitán me ha dado por ponerle un alias como a su oficial subordinado. Lo he bautizado como el 'fino y seguro', tal se desprende de su estilo de mando.-
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