Por Alberto Llana Publicado el 05 de febrero de 2017
Escipiona es una gran urbe ficticia que vive tiempos convulsos. No se encuentra demasiado a gusto con su situación política y económica, al tener que depender de leyes y decretos que emanan de gobiernos estatales y federales que considera claramente contrarios a los intereses de sus ciudadanos. Dada su condición cosmopolita, abierta y progresista, el ambiente que se respira en la localidad es un mestizaje de culturas, lenguas y tradiciones. Una miscelánea que la hace diferente a cualquier otra del resto del planeta, hasta tal punto que en su gobierno local se ha instalado la creencia de que deberían separarse del resto del país, de federación y de provincia, para poder desarrollarse como metrópoli independiente, con sus propios recursos económicos y políticos, al margen de cualquier injerencia externa.-
A tal propósito, proponen educadamente a los ajenos a sus fronteras locales que les dejen realizar una consulta entre sus habitantes para confirmar si el mensaje independentista ha calado lo suficiente como para iniciar un proceso de ruptura que desean concretar de la forma más pacífica y respetuosa posible entre todos los implicados. Pero hete aquí que tanto el estado como la federación difieren de esa línea de pensamiento y argumentan que Escipiona no puede separarse del resto del país porque forma parte del mismo desde su nacimiento, varios siglos atrás. Además, las leyes legítimas defienden la unidad territorial del estado, por lo que un planteamiento de tal clase atenta contra los fundamentos mismos del propio país.-
Como la educación y la falsa sonrisa no han arrojado los resultados previstos, el gobierno local, convencido de que puede legislar como le venga en gana dentro de su comarca, comienza a aprobar una serie de mandatos legales que pretenden una paulatina desconexión con el resto del territorio. Cuando esas disposiciones son declaradas ilegales por los tribunales de justicia estatales, la respuesta se torna agresiva. Replican que se está judicializando un problema político y, además, esos tribunales estatales están claramente politizados y ocupados por jueces contrarios al reconocimiento de Escipiona como estado independiente. Lanzan sus quejas al mundo entero en espera de comprensión y apoyo por parte de alguien, obteniendo el silencio como respuesta.-
Determinados a llegar hasta el final con sus propósitos, acusan al gobierno federal y estatal de no querer dialogar acerca de la situación política claramente distinta, histórica e histéricamente, de su municipalidad, lo que les obliga a plantearse realizar un plebiscito por las buenas o por las malas, amparados en las libertades reconocidas en esas leyes que, por otro lado, repudian cuando no les resultan de utilidad. Y así lo consuman, sacando las urnas a la calle en una clara contravención de resoluciones jurídicas emanadas del más alto tribunal del país ya que, en su opinión, su derecho a decidir está por encima de cualquier otra consideración. Aunque el resultado de esa consulta ilegal no sea demasiado importante, lo trascendente es que establece, a sus ojos, el camino a seguir. El de consultar la opinión unilateral de sus ciudadanos en un sufragio que consideran vinculante y cuyos resultados deberán aceptar todas las partes implicadas, les guste o no. Bueno, siempre que tales resultados sean favorables a sus postulados, todo hay que decirlo.-
Y en esas estamos, con una Escipiona desbocada en una huida hacia adelante, convencida de que, si no superan el abismo que les separa del otro margen, caerán al mismo con la conciencia tranquila por haberlo intentado todo. O al menos caerán aquellos incautos que hayan confiado en los cantos de sirena, porque los verdaderos responsables estarán a salvo en algún otro país sin acuerdo de extradición con el propio.-
Mientras tanto, en los barrios más pudientes de Escipiona, un grupo selecto de personas poderosas y acaudaladas de la ciudad, mantiene reuniones secretas para diseñar la hoja de ruta que les lleve a separase del resto de la urbe, si acaso la independencia triunfa. Razonan (con razón) que si es posible romper con el resto del país en base a una burda manipulación de argumentos y saltándose la legalidad a la torera no hay motivo para seguir compartiendo sus riquezas y privilegios con el resto del vulgo que pulula por la cosmopolita, diferente y diferenciada metrópoli de Escipiona.-
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