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ESCAPADA A OPORTO

Actualizado: 31 may

Por Alberto Llana


Pues que con esto de quedarse todo el día en casa y el agobio que se acumula con el paso del tiempo decidí realizar una escapadita hasta Oporto. Hace años que conozco la ciudad y la visita anual, como poco, no me la quita nadie y mucho menos un estado de alarma. Así que allí me planté decidido a recorrer de nuevo sus calles en el intento de descubrir algún rincón nuevo o un detalle que hasta ahora se me había pasado por alto. Casi siempre comienzo mi recorrido por la zona de la Universidad en el ánimo de echar un nuevo vistazo a la Iglesia do Carmo que está prácticamente enfrente a su entrada principal, adosada a otra Iglesia, la de los Carmelitas Descalzos, y que cuenta en su lateral con un fantástico mosaico de azulejos en azul y blanco, muy típicos de Portugal, representando la imposición del escapulario en el Monte Carmelo. Tras pasar por su entrada y saludar a las estatuas de San Elías y San Eliseo, cruzo la calle y me dirijo por el lateral de la Universidad, siguiendo los raíles del tranvía en sentido descendente hasta el Jardín de la Cordoaria, desde donde se puede divisar claramente la imponente figura de la Torre de los Clérigos, mi próximo destino al que llegaré dando un pequeño rodeo atravesando primero la Plaza de Lisboa y saliendo por uno de sus laterales hacia la parte superior de la Calle de los Carmelitas, al objeto de comprobar cuántas personas guardan cola para poder entrar a la librería Lello e Irmão, una de las más bonitas del mundo, dicen, con más de un siglo de historia, pero que es conocida mayormente por servir de inspiración a la hora de recrear la librería ficticia del callejón Diagon en una de las películas de Harry Potter.-


Sigo mi recorrido hasta toparme con la Iglesia de los Clérigos y, como ya mencioné, su preciosa torre, uno de los símbolos de la ciudad y que a mí siempre me sirve de referencia para volver al inicio del camino. Situada en un lugar conocido como “el cerro de los ahorcados” porque era donde antaño ejecutaban a los condenados a muerte, podemos alzar la mirada para contemplar los 76 metros de altura que la convierten en la construcción religiosa más alta de Portugal. Prosigo en sentido descendente por la Calle de los Clérigos hasta toparme con la Plaza da Liberdade, la principal de Oporto, que sirve de transición entre la zona antigua y la moderna. Al fondo, tras la estatua ecuestre del rey Pedro IV vemos el Ayuntamiento, con su torre y reloj de carillón, de 70 metros de altura, que rivaliza con la de los Clérigos. Recorro la plaza pensando que ese fue el lugar donde en 1891 se proclamó por primera vez la República en Portugal y llego frente al típico cartel para sacarse fotos, con las letras PORTO en azul, tras las cuales está el monumento a Garrett, justo delante de la fachada principal del consistorio y giro a la derecha, con el fin de llegar hasta el Mercado do Bolháo, en la calle Formosa, visita obligada si se quiere sentir la esencia portuense.-


Un poco más adelante, en la misma calle Formosa, se cruza la Rua Santa Catarina (o Vía Catarina), el eje comercial por antonomasia de Oporto. Lógicamente hay que recorrerla y echar un vistazo, además de a los variados comercios, también a la pequeña Capilla de las Almas, que igualmente cuenta con un precioso mosaico de azulejos azules y blancos (unos 16.000) que ocupan casi toda la fachada vista y representan episodios de la vida de Santa Catalina y San Francisco de Asís. Del mismo modo destaca en esa calle el Café Majestic, declarado patrimonio cultural portugués y tan bonito como masificado, merece la pena tomarse algo rápido para deleitarse con su mármoles, esculturas y maderas nobles... siempre que no haya que esperar demasiado tiempo para entrar, dado que suele haber casi tanta cola como en la librería Lello. Continuo en sentido ascendente por donde la calle deja de ser peatonal hasta toparme con la Plaza da Batalha, que no es gran cosa en sí misma, aunque puedes observar la Iglesia de Santo Ildefonso y, como no, su mosaico de azulejos con escenas de la vida del Santo. Desde allí parte la calle 31 de Janeiro que desciende hasta la zona de la Estación de São Bento y que debe su nombre al hecho de estar construida sobre las ruinas del antiguo Convento del mismo nombre y en cuyo interior se pueden contemplar más mosaicos de azulejos que nos ilustran acerca de la historia del país.-


A partir de aquí puedes optar por acercarte hasta la Catedral, echando un vistazo a la muralla primitiva de la ciudad, -de origen romano y que data del siglo III-, al Palacio Episcopal situado en la misma explanada de la Catedral para luego continuar por la calle de Dom Hugo hasta toparte con la Capilla Nossa Senhora das Verdades, donde dan comienzo las Escadas das Verdades, que bajan dirección al puerto. Y si no has tenido bastantes escaleras puedes tener ración doble -más bien triple- si decides acometer las Escadas do Barredo. Pero en esta ocasión no seguiré esa ruta porque, tras salir de la Estación prefiero dirigirme por la calle do Mouzinho da Silveira, con su fuente monumental, hasta encontrar el comienzo de la calle São João, que baja directamente hasta el puerto atravesando la Plaza do Ribeira Porto, repleta de terrazas donde tomarse algo y con la conocida Fuente do Cubo. Giro a la derecha por la Cais do Estiva y recorro la orilla del Duero en su tramo final durante unos metros para volver a doblar a la derecha por el Largo do Terreiro. Al fondo se encuentra la Capilla de Nossa Senhora do Ó, que hace esquina con la calle da Alfândega, donde se ubica la Casa del Infante (o Alfândega Velha), museo dedicado al Infante Dom Henrique, prominente figura de la época de los descubrimientos portugueses, para salir en su parte más alta al Jardín dedicado al propio Infante y en donde se asientan el Palacio da Bolsa, la Iglesia de San Francisco o el Mercado Ferreira Borges, que también da nombre a la calle por la que sigo en sentido ascendente.-


Al llegar arriba, giro a la izquierda por la calle de Belomonte y posteriormente por la primera calle a la derecha que veo, la de das Taipas. Prosigo hasta su parte más alta y salgo al Campo do Mártires da Pátria, donde está el Jardín de la Cordoaria, casi donde comencé mi recorrido. Justo a tiempo porque aunque solo he rascado la superficie de lo que ofrece Oporto, tengo que dejarlo por hoy. Se me agota la pila del portátil y tengo que cerrar el Google Street View, volviendo a la cruda realidad.-


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