Por Alberto Llana
En esta ocasión comentaré un suceso que ocurrió hace un par de años y que se ha resuelto finalmente hace unos días. En el mes de enero de 2018 un individuo que conducía un vehículo de su propiedad, pese a tener el permiso de conducir suspendido por sentencia judicial firme, al observar a una patrulla de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil emprendió la huida a gran velocidad, siendo perseguido por la pareja de servicio. Circulando a gran velocidad y evidente peligro para otros usuarios de la vía y para los peatones que en esos momentos caminaban por una Localidad que atravesó en su fuga, terminó colisionando contra otro coche que estaba estacionado y sin ningún ocupante, por fortuna. Cuando los dos guardias llegaron a su altura, uno de ellos abrió la puerta del conductor indicándole que apagara el motor del vehículo, a lo que el sujeto se negó, debiendo ser el propio agente el que le desconectara el contacto del automóvil y le desbrochara el cinturón de seguridad para que saliera. El fugado aprovechó el momento para agredir al guardia civil, propinándole patadas, golpes y voces para evitar ser sacado del auto. Finalmente entre los dos agentes consiguieron sacarle del vehículo y, en el exterior, continuaron las agresiones por parte del infractor, hasta que los guardias lograron reducirle y colocarle los grilletes. Como consecuencia de la agresión uno de los guardias sufrió heridas que tardaron en curar 60 días. El otro sufrió daños que tardaron en sanar 26 días.-
No contento con la hazaña, este personaje no dudó en acudir a un medio de comunicación para denunciar el mal trato recibido por los agentes actuantes, los cuales le “tenían ganas” y aseverar sin pudor que las lesiones que presentaban los guardias habían sido autoinflingidas, argumentando tener testigos que podían confirmar todos esos extremos. Como suele ser habitual, la Guardia Civil como institución dio la callada por respuesta y dejó que la justicia siguiera su camino hasta fijar los hechos probados mediante sentencia. Sin embargo, estos compañeros se sintieron desamparados por la falta de reacción oficial al dejar sin cumplida réplica las acusaciones del delincuente que puso en tela de juicio su buen hacer profesional en dicha actuación. Así fueron pasando los meses y al fin tenemos una sentencia firme de un juzgado de lo Penal. En el Fallo se condena al interfecto por la comisión de varios delitos, a saber: como autor de un delito contra la seguridad vial, como autor de un segundo delito contra la seguridad vial del artículo 380 en concurso ideal, asimismo por un delito de atentado y dos delitos de lesiones, nada menos. Tampoco está de más mencionar el hecho de que el ahora nuevamente condenado ya arrastraba otras cinco condenas anteriores, aunque solo sea para completar el retrato del personaje en cuestión.-
Las penas impuestas al repetido individuo por esos delitos son las que siguen: multa de 12 meses con cuota de 6€ diarios, una pena de prisión de seis meses con inhabilitación especial, otra de privación del derecho a la conducción de vehículos de motor y ciclomotores por tiempo de un año y un día por el segundo delito contra la seguridad vial, una tercera pena de prisión de seis meses con inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de condena por delito de atentado, además de una cuarta y quinta pena de prisión de seis meses con inhabilitación especial para el derecho de sufragio por cada delito de lesiones. Igualmente se le condena al pago de las costas procesales, con inclusión de las devengadas por las acusaciones particulares. Como responsable civil directo deberá indemnizar a los agentes con la cantidad de 12.000€ a uno de ellos y al otro con 1.200€. De igual forma deberá resarcir a la Clínica que atendió a los compañeros en los gastos que se determinen en ejecución de sentencia, más intereses.-
Lo más curioso del caso es que la sentencia se emite de conformidad con el delincuente, quien en sede judicial admitió todos los hechos para intentar una rebaja de las penas, dado que ni tenía testigos ni nunca fue cierta esa versión de lo ocurrido que malintencionadamente contó en un medio de comunicación. Dos años han transcurrido desde el suceso relatado, tiempo en el que estos dos compañeros no han tenido el más mínimo apoyo oficial por parte del Cuerpo, en orden a defender su correcta actuación ante un delincuente de tal calibre y ahora que por fin la verdad se ha abierto paso a través de un pronunciamiento judicial firme, escribo estas líneas en espera que sirvan de desagravio ante la soledad que han padecido todo este tiempo.-
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