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EL VIRUS DE LA IMPREVISIÓN

Por Alberto Llana


Ha pasado más de una semana desde la declaración del estado de alarma y la situación que atraviesan l@s guardiaciviles no ha variado gran cosa desde su inicio. Hace unos días, el ministro Marlaska advertía a los ciudadanos que la labor pedagógica había terminado, lo cual resulta lógico ante una situación que nunca antes había acontecido. Pero esa máxima debería aplicarse también a los componentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Resulta entendible que al principio haya desajustes y cuestiones que no se advierten a priori aunque unas circunstancias como las actuales requieren de aplomo, decisión y reacciones rápidas. El pasado viernes intervine en un programa radiofónico y mostraba mi estupor por el hecho de que, tras decretar la alarma, hubieran puesto a hacer servicio a todo quisque, sin pensar en el futuro. Un futuro que se auguraba más largo que el contemplado en el Real Decreto aprobado, atendiendo a dos sencillas razones: a que la ley estipula que el Gobierno no puede alargar más esa previsión sin el consentimiento del Congreso y porque era notorio que la pandemia no se podría atajar, tampoco controlar, dados los plazos de evolución de la patología, la cual puede seguir contagiando a otras personas incluso dos semanas después de haberse superado por aquellos que la padecieron. Por tanto, los expertos en la materia eran conscientes que habría que prorrogar el estado de alarma al menos otras dos semanas.-


Pero claro, lo anterior no deja de ser el escenario más halagüeño y aún así resulta imposible saber qué ocurrirá a partir de la tercera semana dado que, pese a esa gran mayoría de ciudadanos que está a la altura de las circunstancias, pueden comenzar a producirse situaciones graves de desórdenes que haya que atajar de forma decidida desde el minuto uno. Y para ello necesitas profesionales preparados y en cantidad suficiente. Si expones a una gran cantidad de ellos al contagio y por desgracia llegan esos delicados momentos, a saber cómo puedes apañártelas. Escasas jornadas después de comenzar la alarma ya se planteó la necesidad de crear una reserva de personal que no estuviera en primera linea de riesgo de contraer la enfermedad, además de procurar establecer binomios de trabajo estables y que dispusieran siempre del mismo vehículo, de tal forma que si algún componente del binomio tuviera una sintomatología compatible con el coronavirus, se pusiera en cuarentena a los dos agentes, se desinfectara el vehículo y se hiciera uso de esa reserva de componentes para sustituirles. Soy consciente que ello resulta muy complejo, máxime en la Guardia Civil por sus características diferenciadas de otros cuerpos de seguridad, pero una cosa es que sea casi inviable en determinadas Unidades y otra muy diferente es que no se impartan instrucciones en orden a procurar hacerlo en la medida de lo posible.-


Aunque para llegar a ese punto primero habría que haber adoptado otra serie de precauciones más básicas como proporcionar una mínima seguridad contra el contagio de los agentes que prestan servicio, sobre todo operativo. Mascarillas, guantes y productos de desinfección deberían haber sido parte del equipo de trabajo, como el arma, los grilletes o las comunicaciones. Y no ha sido así. No lo ha sido ni de lejos ya que en muchos casos en los que los guardias tenían a su disposición mascarillas adecuadas para prevenir contagios (la mayor parte no lo son), se encontraban con que no tenían guantes y mucho menos un gel desinfectante. Las imágenes de un kit de protección suministrado a unos compañeros en los que el bote donde debería haber gel estaba vacío se hicieron virales hace unos días. Así que ya me dirán de qué sirve llevar puesta una mascarilla apropiada cuando puedes contraer el virus por no poder limpiarte bien las manos a menudo. Pero lo más preocupante de la situación fue la actitud de determinados mandos, tan obtusos e incompetentes, que optaron por prohibir usar de manera continua las pocas mascarillas disponibles porque se alarmaba a la población... que digo yo que los ciudadanos ya estarán enterados que estamos inmersos en una situación de alarma, vamos, supongo. Es más, esas mascarillas que mayormente son de tela o quizás de tipo FFP1, no protegen al usuario de la infección. Son adecuadas para que quien las porte no contagie al prójimo y para de contar. Y creo que una de las cuestiones importantes, al margen de hacer cumplir las normas y ayudar en la medida de lo posible, es evitar transmitir el virus. Teniendo en cuenta que puedes estar contagiado varios días antes de que se manifiesten síntomas evidentes, no está de más pecar de previsores.-


A mayores, la situación kafkiana de las mascarillas ha derivado en algún caso de amenazas disciplinarias, tanto por usar las proporcionadas por el Cuerpo como por llevar una particular al no haber recibido una oficial. Y así continuamos, con Unidades diezmadas por la enfermedad, con compañeros que siguen prestando servicio pese a haber estado en contacto con otros que han dado positivo y sin que se les ponga en cuarentena, sin crear grupos de trabajo cerrados, sin desinfectar las dependencias tras detectarse un caso positivo, usando vehículos distintos, sin suficientes kits de protección individual o con el material incompleto cuando te los proporcionan, etc. etc. Para colmo ahora se desmarcan oficialmente con que las bajas producidas por el coronavirus no serán consideradas como acto de servicio. Porque una cosa es que las normas internas impartidas tras la declaración del estado de alarma reflejen que sí serán consideras de tal forma “a efectos de incentivos al rendimiento (sin detracción de complemento de productividad)” y otra muy diferente que tenga ese tratamiento a todos los efectos. En una instrucciones impartidas por un jefe del Servicio de Prevención del Cuerpo, el pasado día 23 de marzo, de argumenta lo siguiente. “En la actual situación de emergencia sanitaria, toda la población en general, incluidos guardias civiles, está expuesta a un nuevo tipo de virus (…) Las especiales características del virus y su forma de propagación y contagio hacen muy difícil determinar cuando y como se ha producido el contagio en aquellas personas a las que se les ha diagnosticado un positivo confirmado, no pudiéndose determinar si el mismo ha sido relacionado con la prestación del servicio.

Por lo anterior se considera que NO SE DEBERÁ GRABAR un 'hecho relativo a siniestralidad Guardia Civil (…)' en aquellos supuestos de personal del Cuerpo afectado por COVID-19 (positivos confirmados, cuarentenas, etc), debiéndose eliminar todos aquellos que se hayan podido grabar hasta la fecha”.-


El virus de la imprevisión y el de dejar al personal en la estacada se instaló hace mucho tiempo en la Guardia Civil y ese, a diferencia del coronavirus, no creo que lo superemos.-

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