EL CUARTEL EN CASA
- LlanAUGC
- 17 ene 2020
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Escrito por LlanAUGC 11-08-2017
Por Maite
Uno de los principales problemas de las llamadas Casas-Cuartel no es tanto el tener la vivienda dentro del acuartelamiento (lo cual tiene algunas cosas positivas y muchas negativas), con todo, lo peor del invento es tener el Cuartel dentro de la Casa. Seguramente no sea yo la persona más adecuada para escribir esto, ya que mi experiencia cuartelera es bastante escasa, pero sí la suficiente para afirmar que casi siempre se tiende a aplicar los mismos criterios militares para las familias de los guardias civiles que para ellos mismos. Recuerdo las declaraciones de un Jefe de Comandancia el cual, hace ya unos años, decía en un periódico de provincias que el responsable de un cuartel era algo así como un alcalde, cuyo mando se extendía más allá de lo puramente profesional, alcanzando a todos los habitantes del mismo. Y yo añado una pequeña acotación: a los alcaldes, que yo sepa al menos, se los elige de manera democrática, no se nos imponen. Por otra parte existe una cierta distancia entre ser el responsable de un cuartel y ser quien manda en el cuartel. Porque esa es otra. Con cierta facilidad se tiende a confundir la frase “asumir el mando” con la de “asumir la responsabilidad del mando”. Apenas parece haber diferencias, pero las hay, y muchas. En esta bendita institución hay muchos que asumen el mando, pero en cuanto pueden eluden la responsabilidad que el mismo conlleva.-
Pero no quiero desviarme del tema principal, que son las Casas-Cuartel. Está claro que son una tradición dentro del Cuerpo y que no se podría entender la historia de la Benemérita y, en cierto modo, la de España, sin recordar el paisaje de muchos de nuestros pueblos adornado con la figura inconfundible del edificio donde viven los guardias civiles y sus familias. También está claro que hace ciento setenta años pocas posibilidades había de situar una fuerza policial en todas las poblaciones donde era necesaria sin habilitar un espacio donde alojar a los parientes cercanos de los profesionales que debían prestar servicio al ciudadano. Pero, evidentemente, las cosas han cambiado. Ahora nadie puede negar que el invento se ha quedado desfasado, al igual que se han quedado desfasadas las “trinchas” amarillas, el mosquetón o la pluma y el tintero para instruir atestados. Los tiempos cambian, han cambiado ya, y las viviendas cuarteleras aportan más cosas negativas que positivas. Solamente el ansia por controlar la vida de las personas relacionadas con el Cuerpo o el tener la certeza de disponer de una fuerza armada que puede ser movilizada al toque de corneta en unos segundos, puede justificar la cerrazón de nuestros gobernantes a la hora de afrontar este problema.-
Hoy en día, con los medios de comunicación y de transporte existentes, es posible conjugar la plena disposición para el servicio de los guardias civiles con la posibilidad de residir fuera de los cuarteles. Quizás no en la misma localidad de destino, porque en muchas ocasiones se hace bastante complicado, pero sí a una distancia suficiente para aunar la rapidez en la respuesta con la posibilidad de tener vivienda digna y asequible a nuestras cortas posibilidades económicas. Y si no, háganse los lectores la siguiente pregunta: ¿Cuántos guardias civiles, incluso con el sueldo miserable actual, vivirían en la calle si pudieran? Si a esa utópica posibilidad le añadimos un sueldo como el de los compañeros de los cuerpos autonómicos, seguramente se contarían con los dedos de la mano los que seguirían habitando los cuarteles.-
Ya sé que algunos dirán que la posibilidad de residir fuera de cuartel no es tan utópica, de hecho existe desde hace años. No obstante el tema económico sigue siendo el gran impedimento. Pero para todo hay soluciones si se tiene la voluntad de arreglar los problemas. Por una parte cabe recordar las diferentes promesas electorales que llevamos escuchando desde mediados de la década de los noventa del siglo pasado sobre equiparación salarial. Está claro que los compañeros de las policías autónomas cobran más, aunque deben buscarse vivienda donde puedan. Algo que la mayoría de miembros de la Benemérita estaría encantado de hacer. Pero no puede ser. Ya sabéis: la crisis, los presupuestos que no llegan, las promesas olvidadas y otras mandangas parecidas han dado al traste con la equiparación y con la posibilidad de una vivienda digna, como dice la Constitución. Pero no todo está perdido. Como he dicho antes, siempre existen soluciones para quienes tienen la voluntad de encontrarlas. Y yo propongo la siguiente. No gastar un euro más en construir cuarteles, a partir de ahora solamente dependencias oficiales. No gastar un céntimo más en el mantenimiento de cuarteles. Cuando no sean habitables, se cierran y a vivir en la calle. Y todo ese dinero que no se gasta en edificar o mantener guetos, que se dedique paulatinamente en ayudar a todos aquellos que residan fuera o lo hagan en el futuro. Con estas medidas se fomentará un cambio de hábitos más que necesario en nuestra oxidada Benemérita.-

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