Por Alberto Llana Publicado el 27 de septiembre de 2015
Permítanme parodiar, aunque solo sea en el título, el poema escrito a finales del siglo XI y que narra la batalla de Roncesvalles, para introducir unos hechos relativos al delincuente que tuvimos que sufrir de Director General de la Guardia Civil, allá por los años 80 y principios de los 90 del pasado siglo. Quien más quien menos sabe de qué va la historia aunque seguramente los más jóvenes no pueden imaginarse el impacto que supuso conocer los manejos de este individuo, su estrafalaria huida del país y su más ridícula captura y entrega a las autoridades españolas.-
El 'caso Roldán' estalló en 1993, tras la publicación en un rotativo de la época, llamado 'Diario 16', de una serie de artículos en los que desvelaban el aumento de patrimonio del delincuente director de la Benemérita. Tras abandonar el cargo y sintiendo las manos de la justicia apretando sus criadillas, se largó con viento fresco pese a ¿estar sometido? a vigilancia, acarreando la dimisión del titular de la cartera de interior de aquel entonces. Finalmente resultaría condenado por los delitos de malversación, estafa, falsedad en documento mercantil, cohecho y contra Hacienda a 31 años de prisión. Esclarecedor sobremanera resulta el Fallo del Supremo que, recogiendo buena parte de la Sentencia de la Audiencia de Madrid que condenó a Roldán en primera instancia, dice que: "desarrolló una incesante actividad delictiva amparado en su cargo público con la finalidad de enriquecerse ilícitamente. Se apropió de fondos públicos destinados a fondos reservados; exigió y obtuvo de las empresas constructoras adjudicatarias de la Guardia Civil el pago de elevadas comisiones a cambio de tales adjudicaciones; consiguió de otras empresas, mediante engaño, el pago de determinadas sumas de dinero para la prestación de unos supuestos servicios de seguridad, que nunca se llegaron a efectuar; ocultó el considerable patrimonio que alcanzó a la Hacienda Pública; creó una sociedad, Europe Capital SL, para cobijar en ella parte de sus ganancias ilícitas y se valió a través de otros procesados de una mecánica de ocultación de las mismas, en España y en Suiza, para mantener su opacidad". Aparte de ello también conviene recordar el episodio de la compra de munición de 9 mm parabellum a una empresa filipina que desde el principio causó múltiples problemas a los usuarios y que debió ser finalmente desechada tras resultar heridos varios compañeros en los ejercicios de tiro.-
Una parte desconocida del 'caso Roldán' es la relacionada con la denuncia que le pusieron tres guardiaciviles en el juzgado de guardia de Gijón (Asturias). Pues sí, el 27 de mayo de 1994, tres miembros de la Benemérita formularon acusación contra Luis Roldán Ibáñez por los presuntos delitos de apropiación indebida, malversación de fondos públicos, fraude, delito contra la Hacienda Pública, desempeños de tareas incompatibles y falsificación de documentos públicos entre otros cosas por el expolio al que había sometido a la Asociación Pro-huéfanos de la Guardia Civil y que, como cotizantes obligatorios, resultaban perjudicados y por ello interesados en esclarecer la actuación del ladrón.-
La cara del funcionario que recogió la denuncia era para haberla fotografiado y eso que en ningún caso le tocaría a él lidiar con el morlaco que estaba contemplando. Finalmente la relajación llegó a su rostro al comprobar que esa causa estaba siendo llevada por juzgados madrileños y que tenían una vía para desentenderse de la cuestión. El hecho de que algún miembro del Cuerpo presentara denuncia contra una persona que había ostentado la responsabilidad máxima de la institución, aunque estuviera en busca y captura por sus transgresiones, resultaba no solamente cuestión ignota en pagos beneméritos, además y por extraño que resulte a los ajenos a la Guardia Civil, era casi un pecado. Por muchos presuntos delitos que se le achacaran al tipejo, por mucho que hubiera puesto tierra de por medio para huir de la acción de la justicia, por más indicios que hubiera en su contra, la acción de los guardias se veía como una agresión a la superioridad en general, una veleidad que no podía ser tolerada ya que eran los superiores de aquellos tres descarados quienes deberían encargarse de solucionar la cuestión tal como el honor demandaba y no a través de la búsqueda de justicia. Sin embargo, comprobada la identidad de los firmantes de la denuncia, tampoco causó demasiada extrañeza su proceder en Guzmán el Bueno por ser viejos conocidos de quienes se dedicaban a la loable tarea de erradicar el sindicalismo del Cuerpo. Uno de ellos había estado en prisión militar por supuestos delitos de sedición, aunque ni llegó a ser acusado por ello tal era la falta de pruebas. Otro se había librado de estar con el primero debido a que el juez militar encargado del caso no los quería tener juntos en el mismo establecimiento penal militar. El tercero había sido interrogado por el antedicho juez militar en relación con sus dos compañeros y casi termina imputado igualmente.-
Aquellos tres guardiaciviles que hicieron lo que haría cualquier persona con dos dedos de frente pero que en un Cuerpo como la Guardia Civil se vuelve, no acierto a comprender por qué, en una afrenta rayana a la indisciplina y a la vulneración de los valores fundamentales que inspiran una institución militar tenían -tienen- nombre y apellidos: José Luis Bargados Fernández, Carlos Rodríguez Buján y quien estas líneas firma y que consta al comienzo de las mismas.-
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