Por Alberto Llana Publicado el 25 de octubre de 2015
La noticia es sobradamente conocida, sobre todo en el ámbito benemérito. Me refiero, como no, a la ocurrencia del jefe de la Policía Local de Olot de multar a dos vehículos oficiales de la Guardia Civil mientras estaban realizando un servicio, junto a funcionarios judiciales, consistente en recabar documentación del Ayuntamiento sobre el presunto cobro de comisiones del 3% por parte de cierto partido político de cuyo nombre no quiero acordarme.-
Ignasi López Cléville, que es el nombre del torpe protagonista de la anécdota, seguramente ofendido por lo que estaba ocurriendo en el interior del consistorio, decidió calmar sus demonios internos a base de gastar inútilmente tinta de bolígrafo y, según las informaciones que he visto, procedió a rellenar las denuncias por el hecho de que ambos vehículos ocupaban un espacio público sin autorización. No me parece que buscara la fama que le ha proporcionado su gilipollez, más bien creo que iba tan cegado en su estúpida revancha que ni siquiera calculó las consecuencias de ella, salvo quedarse bien a gusto. También explicaría esa ceguera el que, de repente, olvidara lo que estipula el artículo 68 del vigente Reglamento General de Circulación, sin contar con que, de ser veraces las informaciones, eso de 'ocupar un espacio público sin autorización' resulta hilarante por el simple hecho de que debería estar extendiendo 'recetas' a cada paso que da, si acaso fuera consecuente con tal forma de pensar y actuar.-
Mi teoría se refuerza cuando se observa el actuar de Ignasi el día de Autos (nunca mejor dicho) y puede comprobarse en las redes sociales fácilmente. Se lanzó como un poseso a cumplimentar su fatua venganza sin que se aprecie que anote siquiera las matrículas en cada boletín, lo que parece indicar que ya los llevaba cumplimentados para hacerlo de la manera más rápida posible. También se ve claramente a un Guardia Civil apostado al lado del auto sin distintivos y ni le dirige la mirada, ni inquiere sobre los motivos de su presencia allí. Era conocedor de lo que estaba ocurriendo y mantiene la mirada baja, huidiza, consciente de que estaba cometiendo una tropelía justificada por su ira interna.-
Una manera de actuar que no se corresponde con su condición de diácono. Unos meses antes de ser ordenado como tal, en 2012, recibió los ministerios laicales de lector y acólito de manos del obispo de Gerona y declaró que consideraba compatibles las labores en la iglesia y en la policía porque ambas tienen vocación de servir. Unas vocaciones a las que le acaba de dar una buena patada y que tendrá que penar a base de severas penitencias.-
El desmán del diácono encuentra su explicación en su posicionamiento político respecto a la 'cuestión catalana' tan de moda en los últimos tiempos. En una web de la candidatura "juntosporeltresporciento", creo que se denomina traducido al cristiano (cosa muy necesaria cuando hablamos de un diácono), el repartidor de hostias y multas figura como persona que les apoya porque siente la necesidad "de posicionarse en un momento tan importante para la evolución de Cataluña". Vuelve a errar nuevamente porque, en su condición eclesial y de agente de la Autoridad debería abstenerse de tales posicionamientos. También tiene la opción de dejar sus dos vocaciones al comprobar que sus ideales políticos son más fuertes que ellas, pero esa sería una decisión no acorde con el espíritu demostrado cuando colocó las denuncias en los coches oficiales.-
No obstante y teniendo en cuenta sus posiciones políticas, llama poderosamente la atención que su hijo sea el portero titular de un equipo de fútbol denominado 'Español' e internacional con la selección española sub-21, lo que puede que aporte a nuestro protagonista las severas penitencias a las que antes me refería.-
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