Por Alberto Llana Escrito por LlanAUGC 25-08-2017
Tras salir de la Academia de guardias obtuve mi primer destino en una localidad asturiana, cercana a Cantabria. Allí coincidí con Antonio, un Cabo que se reincorporó al Puesto tras realizar un curso de especialización, a la espera de obtener nuevo destino en tal especialidad. Patrullamos juntos en varias ocasiones y, como aplicado novato, absorbí algunas de las enseñanzas que intentó transmitirme. Conocedor de la demarcación y de sus gentes, era persona apreciada por todos y un buen profesional, lo que le hacía idóneo para dirigir el nuevo equipo de policía judicial que se ubicaría en la cabecera de Compañía. Y allí se quedó cuando, por razones profesionales, me tuve que ir con los bártulos a otro lado.-
Poco tiempo después me presenté a unas pruebas para realizar un curso de adiestramientos especiales. Y mira por dónde me encuentro a Antonio dedicado al mismo empeño. Me extrañó que estuviera allí ya que, como comenté antes, no hacía mucho tiempo que había obtenido el destino que deseaba. Me contó que el origen del embrollo se situaba en el momento en que decidió divorciarse, una opción que en aquellos tiempos estaba muy mal vista por ciertos responsables del Cuerpo. De esos que se dicen cristianos y acuden a misa semanal para golpearse el pecho y descargar su sucia conciencia tras siete días ejerciendo de déspota con sus subordinados. A raíz de su separación le aconsejaron pedir destino para la primera vacante que se publicara y así lo hizo. En cuanto tuvo posibilidad de hacer un nuevo curso, no lo dudó y allí estaba.-
Tras superar las pruebas de acceso, nos fuimos a la Academia donde se impartirían las enseñanzas de la especialidad. Me ubicaron en una camareta con varias literas, por orden alfabético. Me tocó la cama de abajo, mientras que en la superior se instaló Pedro, un chaval de los que ya a primera vista te cae bien y conectas tan rápido como estrechas su mano. Además era cántabro, de una localidad cercana a donde yo patrullaba no mucho tiempo antes en compañía, precisamente, de Antonio. Durante los meses de duración del curso realizamos muchas tareas juntos. Había ejercicios que se desarrollaban por patrullas. Pedro y yo estábamos en la misma patrulla, la cual dirigía un joven Alférez, de último año de la Academia de Aranjuez, hijo del Teniente Coronel Tejero ¿Les suena? En otras ocasiones los ejercicios se hacían por 'binomios', es decir por grupos de dos personas que se apoyaban mutuamente, tanto si había que realizar una acción o tenías que orientarte en plena noche para llegar a un objetivo. Con estas premisas es lógico deducir que en el tiempo en que coincidí con Pedro hicimos muy buenas migas y superamos pruebas de las que te dejan recuerdo de por vida. Finalmente el curso terminó y cada cual escogió su camino.-
En 1987 andaba yo por Cataluña y, concretamente el día 14 de julio, en una dependencia de un cuartel que disponía de televisión, observándola con varios compañeros. Cuando emitieron las noticias, informaron sobre un nuevo atentado de los asesinos etarras. En concreto con un artefacto compuesto por 20 kilos de goma-2 y diez kilos de metralla, detonado a distancia, entre Oñati y Legazpia y su objetivo fue una patrulla del Cuerpo. A resultas del acto criminal, dos compañeros perdieron la vida y otros 12 quedaron heridos. Los asesinados fueron el Cabo Primero Antonio Ángel López Colmenero y el Guardia Civil Pedro Galnares Barrera. Antonio y Pedro, como han adivinado.-
Ahora, uno de sus asesinos, un sujeto que ni siquiera mostró signos de arrepentimiento ante las diversas atrocidades que cometió en vida, ha tomado finalmente el camino del infierno. Allí no se encontrará con Antonio ni con Pedro sino que se reunirá con los de su calaña a fin de seguir planeando maldades, tal fue su discurrir por el mundo de los vivos. No me alegra el fallecimiento de ninguna persona, y menos si ocurre tras un acto violento, por tanto no debería congratularme la partida del asesino. Pero, como acabo de decir, no me alegra cuando se trata de personas. No es el caso.-
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