Escrito por LlanAUGC 12-01-2020
Por Alberto Llana
Un amigo me ha enviado una noticia publicada el 31 de julio de 1917 en la Revista Técnica de la Guardia Civil, fundada por el capitán de la Guardia Civil Miguel Gistau Ferrand y que se editó desde enero de 1910 hasta julio de 1936 con periodicidad mensual. Como me pareció sugestivo su contenido en orden a comprender la situación que se continúa padeciendo a día de hoy en la Benemérita, paso a reproducirlo por si alguno de mis lectores comparte ese interés:
“LOS GUARDIAS DE SEGURIDAD HAY QUE SUSTITUIRLOS POR GUARDIAS CIVILES.-
En los pasados días, han publicado todos los periódicos el siguiente suelto que una Comisión de guardias de Seguridad ha llevado por las Redacciones de los periódicos: «Los funcionarios del Cuerpo de Seguridad han elevado al general La Barrera una respetuosa instancia, en la que solicitan, entre otras cosas no menos importantes, las siguientes mejoras: Ingreso por oposición y por la clase de guardias segundos; ascenso por rigurosa antigüedad; supresión de las clases de aspirantes; sueldo mínimo de ingreso en el Cuerpo, 1.500 pesetas anuales; a su ascenso al empleo de guardias primeros, 1.750; al de cabo, 2.000; al de sargento, 2.500; al de brigada, 2.750, y al de suboficial, 3.000; jubilación con arreglo al último empleo, cualquiera que sea el tiempo que éste se desempeñe; haberes pasivos para las viudas e hijos, concediéndose a éstos o al interesado, si viviese, el sueldo íntegro que corresponda a su empleo, fallezca o quede inútil en el cumplimiento de su deber; derecho a ocupar el 50 por 100 de las vacantes que se produzcan en la escala de tenientes por los brigadas del Cuerpo con la denominación de suboficiales; separación con expediente, previo acuerdo de un Tribunal de honor, que se constituirá; viaje gratis, y a mitad de precio para la familia, en caso de traslado; cuarenta y ocho horas libres cada mes, y quince días de licencia con sueldo al año; derecho a vestuario por cuenta del Estado; servicio de ocho horas al día, y, en caso de prestarlo más tiempo, abono de horas extraordinarias; que no presten servicios domésticos los guardias de Seguridad. La Comisión que anoche nos visitó para darnos cuenta de la entrega de la mencionada instancia nos manifestó también que entre los individuos de todo el Cuerpo de Seguridad existe de tiempo atrás hondo disgusto por los vejámenes que se les hace sufrir, no concediéndoles siquiera la libertad precisa para elegir el habilitado que la Corporación desee.»
NUESTRO COMENTARIO.
Boquiabiertos se habrán quedado nuestros guardias civiles al leer el estupendo suelto que antecede. Ellos, que tienen 9 reales mal contados de haber diario; para quienes las fiestas son días de mayor trabajo; que vinieron al Cuerpo siendo la mayoría cabos y sargentos del Ejército, por turno riguroso y sin deber su credencial a ningún cacique. Ellos, que tienen que pagarse su uniforme, ahorrar y tener en caja su «fondo de hombres», o sea 150 pesetas para una calamidad o atención imprevista. Ellos, que soportan constantemente su servicio sin que tengan marcada una fiesta, y sea cual fuere el tiempo reinante, por riscos y peñascales unas veces o al largo de los polvorientos caminos otras, siempre vigilantes y jugándose la vida a toda hora en huelgas, concentraciones y servicios penosísimos.
Esos guardias civiles que el duque de Ahumada creó dándoles el mismo sueldo que hoy tienen, y que entonces era el del oficial de Infantería; esos veteranos que un día y otro día van a dominar huelgas donde se ventilan constantes aumentos de salarios y mejoramientos en todas las clases sociales y que a ellos no llegan. Esos guardias, disciplinados, sufridos, honrados a carta cabal, que se dan cuenta de las amarguras por que pasan los Gobiernos, y por ello no hacen la menor alusión a la sinrazón del olvido que sufren, soportándolo resignadamente y hasta orgullosos.
Esos guardias, nuestros insuperables guardias civiles, se habrán quedado boquiabiertos -repetimos- cuando hayan leído el suelto de referencia.
No es útil.
Porque ellos, como nosotros, saben que el Cuerpo de Seguridad es un resorte de Gobierno enormemente caro y perfectamente inútil, tal como está constituido.
En empresas de algún fuste, ahí está como demostración lo ocurrido durante la Semana Sangrienta de Barcelona y que consta en todos los periódicos de aquella fecha. En los momentos amargos por que pasaron las autoridades de aquella capital, no se pudo contar con las compañías de Seguridad, porque no estando filiados sus Individuos ni incurriendo en más responsabilidad que la de perder e1 destino, optaron por esto y dejaron que los guardias civiles recibieran los tiros de aquella revuelta, en la que nuestra Benemérita dió la más rendida muestra de su heroísmo y abnegación.
Allí y en otros puntos de España se registraron hechos que callamos, porque no es nuestro objeto molestar ni zaherir a nadie. Queremos sólo poner de relieve los males, y hasta apuntar el remedio.
Más caro que la Guardia civil.
Si el Cuerpo de Orden público fuese un organismo económico, pase. Pero el caso es que resulta enormemente caro, más caro que la Guardia civil, y con eso está dicho todo. Un guardia de Orden público tiene anualmente 89 pesetas más de sueldo que un guardia civil, puede tener una portería, o una tiendecita su mujer; dedicarse a otras cosas el tiempo que está libre. Le pagan su uniforme, tiene plus por el solo hecho de estar en la Comisaría de retén. Al guardia civil no le permiten ni aun servir en el pueblo donde es natural su mujer, y menos donde él tenga familia. De ocuparse en algo, ni pensarlo. De las clases no hay que decir nada. Un cabo de la Benemérita, que necesita saber más leyes que un juez para ser comandante de puesto, tiene 1.121 pesetas al año; el de Orden público, 1.375. Al sargento de la Guardia civil se le asigna 1.214 pesetas; en Orden público, los hay con 2.250, y el que menos cobra 1.750.
Y de la Caballería de Orden público, no hablemos. Los caballos de la Guardia civil, en Madrid, que son orgullo de la guarnición, tienen de ración diaria cuatro kilos de cebada y seis de paja, que le cuesta al Estado 1 peseta 33 céntimos. Los de Segundad tienen consignada 1 peseta 50 céntimos diarios.
La reposición de ganado, herraje, medicamentos, entretenimiento de equipos y trajes de cuadra, del escuadrón de Madrid, cuesta al Estado 31.250 pesetas anuales. El guardia civil se paga de su bolsillo particular todo esto. Si desmenuzamos, cuesta más el escuadrón de Seguridad que uno y medio de Guardia civil.
Sólo el vestuario de los guardias, de Madrid, le cuestan al presupuesto 20.000 pesetas. Nuestros civiles se visten por su cuenta. Y así todo.
¿Efecto Útil? Ya lo estamos viendo. A la menor alteración de orden público, que debiera solucionarla los guardias urbanos o los de orden público, hay que echar mano inmediatamente de la Guardia civil. En el último Carnaval madrileño se pusieron civiles hasta al pie de las tribunas del público. La dignísima oficialidad del Cuerpo de Orden público, para quienes sólo elogios tenemos, pues ellos son los primeros en sufrir las consecuencias, está constantemente expuesta a incidentes, reñidos con los hábitos de quienes ciñen sable y llevan estrellas en la bocamanga. Los guardias de Orden público no estando, como no están, filiados ni sujetos al régimen militar, su disciplina es una disciplina sui géneris, que tiene forzosamente que dar los frutos que estamos viendo.
El remedio.
Para qué seguir. No es nuestro ánimo buscar faltas ni poner en evidencia a nadie.
Vemos el mal; vemos que forzosamente han de hacerse comparaciones, y con ello salir malparados principios y personas que deben ser intangibles. Escribimos sobre esto porque el remedio es facilísimo.
¿Cuál? Muy sencillo. Disponer que el Cuerpo de Orden público sea la reserva de la Guardia civil. Que se nutra exclusivamente de individuos procedentes de la Benemérita que vayan desde las Comandancias, dejando, claro está, de ser guardias civiles, a pasar los diez o doce últimos años de su vida militar, que se les debe prolongar, al Cuerpo de Orden público como hoy.
Pero han de pasar sin dejar de estar filiados ni dejar de estar sujetos para sus relaciones internas y con sus jefes, a la disciplina militar, con lo que se evitará espectáculos lamentables que hoy pueden ocurrir, y como el de que un oficial mande a un guardia una cosa y éste suelte el correaje, diga que se va a su casa y, si a mano viene, le ponga como un trapo, sin más responsabilidad que un juicio de faltas.
La reforma podría hacerse discretamente, sin radicalismos, sin pretender llevarla a cabo de tirón, para no lesionar derechos adquiridos. Sería bastante disponer que el personal actual siguiese; pero decretando que, en lo sucesivo, no se cubriesen ya las vacantes más que con procedentes de activo de la Guardia civil, continuando filiados y con el sueldo de guardias de Orden público, y el pasivo que como civiles les correspondiese, y filiando también al que quisiera de los actuales.
Tendría así el Gobierno un Cuerpo de Seguridad estupendo, a plazo de cinco o seis años. Un Cuerpo de agentes civiles para sus relaciones con el público, pero regidos militarmente en sus relaciones internas, con las virtudes de nuestros veteranos, bien pagados, verdaderos salvaguardias del Poder y que evitarían no pocas concentraciones, y costaría un poco menos que cuesta hoy.
Un decreto de cinco artículos, que el ministro de la Gobernación llevase a Consejo, y éste aprobara, sería suficiente. No se lesionarían intereses: seguiría el Cuerpo de Orden público tan autónomo como hasta ahora. La Dirección de la Guardia civil no tendría más funciones que señalar el personal con arreglo a las vacantes que se le diesen; personal que sería baja en la Guardia civil y alta en Orden público.
El problema es sencillo, y no es nuevo; y para el ministro de la Gobernación que lo lleve a cabo constituirá, a plazo bien corto, por notarse inmediatamente sus ventajas, timbre de legítimo orgullo.
COMANDANTE EMEGE”
PD: me ha sorprendido el hecho de que se denomine a la Guardia Civil como “Benemérita” en 1917 dado que hasta octubre de 1929 no le fue otorgada la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficencia. En efecto, este reconocimiento fue aprobado por Real Decreto 2.088, mediante el cual el Consejo de Ministros, de 4 de octubre de 1929, concedió a la Guardia Civil esa Gran Cruz «por los innumerables actos y servicios abnegados, humanitarios y heroicos que los individuos pertenecientes al mismo han realizado con motivo de incendios, inundaciones y ‘salvamento de náufragos'». La propuesta fue realizada por el entonces ministro de la Gobernación, general Severiano Martínez Anido. Su director general era en aquellos tiempos el general José Sanjurjo.-
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