Por Alberto Llana
D. Santiago López Valdivielso falleció el pasado 09 de enero. El que fuera Director General de la Guardia Civil entre 1996 y 2004 nos ha dejado con tan sólo 73 años. Una triste noticia al menos para mí y, me consta, para muchos componentes del Cuerpo que le conocieron en vida o sirvieron bajo su mandato. Tuve mi primer contacto informal con él a finales del 2000, con motivo de un acto oficial al que acudió. En aquella ocasión, tras finalizar la ceremonia, me acerqué para presentarme toda vez que ostentaba la responsabilidad de Vicepresidente de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), y me recibió con cordialidad, aunque no tuve oportunidad de plantearle cuestión asociativa alguna porque enseguida me apartaron los compañeros que realizaban labores de seguridad. Estoy hablando de una época en la que no existía relación oficial alguna entre AUGC y la Dirección General y mi propósito era precisamente abrir una vía de diálogo tan necesaria como inevitable. Unos meses después, ya en 2001, tras otro acto oficial desarrollado en Gijón, volví a acercarme a D. Santiago en compañía de José Miguel Fernández, Secretario de Relaciones Institucionales de AUGC-Asturias, y tras charlar con más calma durante varios minutos logré que nos concediera la que sería primera reunión entre un Director General de la Benemérita y una asociación ‘reivindicativa’ (sindicato, como nos han denominado siempre). A partir de aquel momento los encuentros se convirtieron en algo normal mientras Valdivielso se mantuvo al frente del Cuerpo, legado que no han querido emular sus contemporáneos.-
Como cualquier persona que tiene encomendada una gran responsabilidad, la gestión de Valdivielso al frente del Instituto armado está repleta de luces y sombras, aunque en mi modesta opinión y desde un punto de vista comparativo, sus luces fueron más cuantiosas y brillantes que las de cualquier otro que haya ocupado el cargo en la actual etapa democrática. Sirva como ejemplo la famosa Orden General número 37, de 23 de septiembre de 1997, que reguló el régimen de prestación del servicio en el Cuerpo, implantando la jornada semanal de 37 horas y media, en cómputo mensual. Un gran avance para los guardiaciviles que llegaba casi una década después que a la Policía Nacional. Se hizo esperar demasiado, dirán algunos con mucha razón, a lo que añado que sin el impulso personal de D. Santiago hubiera tardado mucho más, sólo tenemos que comprobar cómo se las gastan en la Dirección General a la hora de aumentar el tiempo de servicio recurriendo a subterfugios casi surrealistas tales como los periodos mensuales de trabajo, que dependen de los jueves que tenga cada mes (eso se lo explicas a un profano y se echa las manos a la cabeza), en vez de fijar un número de horas de servicio anual al modo en que se estila en otros cuerpos u organismos. Como anécdota decir que esa Orden General antedicha se la conoce como “la 37 y media”, dada la similitud entre el número de la misma y la cantidad de horas de servicio que implantó.-
Valdivielso se hizo conocido por su tendencia a conocer de primera mano los problemas que aquejaban a los componentes del Cuerpo que estaban, sobre todo, a pie de calle. Era normal que en sus visitas a las diferentes Unidades del Cuerpo se tomara unos minutos para pararse a charlar con alguno de los guardias que le recibían en formación militar. Tanto es así que muchos altos mandos optaron por escoger con cuidado al personal que las conformaban o, también, lanzar advertencias amenazantes a quien osara entablar conversación con D. Santiago. Fruto de esa querencia llegó a una conclusión que me transmitió en una de esas entrevistas que tuvimos en la Dirección General: no era normal que hubiera tantos guardiaciviles jóvenes y aptos para el trabajo operativo en la sede central mientras los Puestos estaban abarrotados de personal con muchos trienios encima que se merecían ya un destino menos arriesgado y exigente. No obstante no fue capaz de revertir esa tendencia y seguimos con las mismas.-
Pero como ya mencioné antes, Valdivielso también tuvo sus sombras. Quizás la más conocida sea aquella famosa frase de “la Guardia Civil no se rige por las leyes de la democracia”, palabras textuales que, aunque no reflejaban lo que realmente deseaba decir, según me trasladó en cierta ocasión, conforman una suerte de epitafio de su gestión que no le hace justicia. Otro episodio mucho menos conocido para la inmensa mayoría es el de la genial idea de pretender vender por cuatro perras gordas cierto patrimonio de la Asociación Pro-huérfanos de la Guardia Civil, motivando el enfado de los miembros del Cuerpo que se enteraron de una operación que se intentó mantener en secreto para los obligados socios de esa Asociación. La reacción más eficaz ante tamaño dislate fue la airada misiva suscrita por 25 generales de la Benemérita rechazando el tejemaneje. Al margen de estar de acuerdo y apoyar -sin que sirva de precedente-, la postura de los enfajinados, lo cierto es que si un Director General recibe una carta similar rubricada por 25 guardiaciviles de menor Empleo que los firmantes, suerte tendrían si los despachan con una falta disciplinaria de carácter grave. Así se lo mencioné a D. Santiago en una de nuestras reuniones y él se encogió de hombros y respondió: “Así son las cosas”. Y reamente así son, aunque no deberían serlo. Y ya que menciono a los portadores de estrellas de cuatro puntas terminaré este comentario recordando una ocasión en la que fui al despacho principal de Guzmán el Bueno y no se vislumbraba un alma por el pasillo que da acceso al mismo. Extrañado le pregunté a Valdivielso dónde estaba todo el personal que en teoría debería estar pululando de un lado a otro, teniendo en cuenta la hora que era, y su explicación fue más o menos la siguiente: eran conocedores de esa reunión y mostraban su rechazo encerrándose en su despachos hasta que terminara. Una vez concluida llamarían a su puerta uno o varios generales y le preguntarían ¿Qué querían esos hijoputas?
No quiero resultar demasiado pesado, aunque habría muchas más cosas que contar y a buen seguro alguna de ellas más sustanciosa que las enunciadas. Tan sólo mostrar mi tristeza por la pérdida, trasladar el pésame a sus familiares y amigos y recordar la frase que sin duda debería recordarse por siempre en el seno de la Guardia Civil. La pronunció en 2002, en el acto que daba inicio a un novedoso órgano de representación en el Cuerpo, denominado Consejo Asesor de Personal (CAP), que no duró demasiado hasta ser sustituido por el actual Consejo de la Guardia Civil. De hecho, el propio Valdivielso me dijo meses antes que sabía perfectamente que no era el órgano que nos gustaría a los guardiaciviles y que ni siquiera le gustaba a él, pero era un primer paso y no habría vuelta atrás, de nosotros dependía mejorarlo en lo posible. Pues bien, en aquella ocasión y dirigiéndose a los mandos del Cuerpo exclamó: “Es hora de dejar de jefear y empezar a liderar”. Vaya con Dios, D. Santiago.-
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