Por Alberto Llana
Publicado originalmente el 10/10/2015
De nuevo se acerca el 12 de octubre, fiesta nacional de España y también día de la Virgen del Pilar, patrona de la Guardia Civil. Y como cada año salen a relucir las discrepancias sobre cómo festejar un día tan señalado para todos los componentes de la Benemérita. Por regla general, los fastos en honor a la patrona suelen tener dos categorías. Los que se celebran en grandes unidades tipo Comandancia, Zona o similar y las que se desarrollan en unidades más pequeñas, tipo Puesto. Aunque tratar este asunto, como cualquier otro, desde un punto de vista genérico, no describa puntualmente cada caso concreto, sí que aporta una instantánea general del panorama que se vive en los distintos y distantes acuartelamientos de la Guardia Civil el susodicho día.-
Aclarada esa cuestión, diré que las conmemoraciones más sinceras se producen, por supuesto, en los cuarteles más pequeños en los cuales, normalmente, no tienen presupuesto oficial suficiente ni falta que les hace porque cuando cada cual se implica personalmente en la celebración, aportando el esfuerzo, dinero, material o viandas necesarias, la efemérides se torna más íntima y se acepta de mejor manera. Con todo ello cabe resaltar que cada año que pasa existen un mayor número de esas unidades pequeñas que prácticamente no realizan acto alguno, dado el abandono institucional y el desapego de unos profesionales que consideran que no hay nada que festejar en los tiempos que corren.-
Por lo que me ha tocado vivir a lo largo de más de treinta años, las celebraciones en unidades grandes suelen ser un ejercicio de marketing institucional y, en el peor de los casos, de egolatría de los responsables de la misma, en un intento de demostrar su esfera de poder y lo mucho que han progresado en la profesión. Algo así como lo que decía Groucho Marx de si mismo y sus hermanos: “Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria”, aunque en estos casos puntuales dicha miseria no sea monetaria sino moral.-
Compañeros que acuden porque ese es su servicio del día; desfiles apañados con personal que debería estar realizando labores de seguridad ciudadana, más si cabe en estos tiempos de carencia de potencial humano; viandas donadas por amigos, interesados o no, del Cuerpo; medallas otorgadas en muchos casos bajo criterios arbitrarios y que deslucen injustamente las de aquellos que realmente las merecen; ejercicios hipócritas de homenaje a los caídos cuando el resto del año no se preocupan en absoluto de la seguridad de quienes prestan servicio en general y sobremanera en la calle, de cara al riesgo y a la incomprensión (y no solamente de los ciudadanos).-
Y entre tanto fingimiento y mojigatería siempre puedes encontrar profesionales honestos y volcados con su vocación que por algún motivo de los descritos o porque simplemente les apetece, pese a todo, festejar su día, ignorando el paisaje ilusorio, el falso envoltorio con el que tratan de ocultar la pura y dura realidad. A decir verdad, estos buenos profesionales es lo que más abunda en terrenos beneméritos y a ellos debería dedicarse un día como ese, pero ello conllevaría una celebración muy diferente, en donde los abrazafarolas y los lucechapas tuvieran que quedar en un segundo término, disfrutando únicamente de sus prebendas y sus productividades y eso es algo que nunca se ha visto en determinados ambientes selectos del Cuerpo y que, por supuesto, no van a permitir quienes dictan los designios de la Institución ya que si no pueden, siquiera un día al año, aparentar ante propios y extraños que son lo que no son y salir en la foto de familia, cuando lleguen a la intimidad del hogar y se miren al espejo se darán cuenta que toda su vida o un gran parte de la misma la han dedicado a un fin bien distinto del que juraron defender justo antes de recibir el despacho que les acreditaba como miembros de un Cuerpo Benemérito.-
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